Cristo vino... ¡y todo cambió!Sample

Sin Cristo, sin perdón
La culpa es uno de los pesos más destructivos que puede cargar el ser humano. Los psicólogos confirman que es una de las principales causas de visitas a terapeutas y consejeros. Ahora imagina vivir con esa culpa sin ninguna posibilidad de perdón genuino. Ese sería nuestro destino sin Cristo.
En el Antiguo Testamento, el pueblo sacrificaba corderos continuamente. Año tras año, día tras día, los sacerdotes ofrecían sacrificios que nunca podían quitar verdaderamente el pecado. Como declara Hebreos, «es imposible que la sangre de toros y de machos cabríos quite los pecados» (Heb. 10:4). Era similar a pagar solo los intereses de una deuda que nunca disminuye.
Piensa en el sacerdote del Antiguo Testamento. En el tabernáculo no había sillas, no por descuido, sino por diseño divino. Los sacerdotes no podían sentarse porque su trabajo nunca terminaba. Cada sacrificio era temporal, cada ofrenda insuficiente. El pueblo venía, ofrecía su sacrificio y se iba... todavía cargado de culpa.
Sin Cristo, estaríamos atrapados en ese ciclo interminable. La mujer que ha abortado, cargando el peso de haber terminado con una vida. El padre que falló en la crianza de sus hijos, viendo las consecuencias en sus vidas adultas. El adicto, el adúltero, el mentiroso, todos cargando culpas que se acumulan como piedras en una mochila que nunca podemos quitarnos.
Pero cuando Jesús murió en la cruz, algo extraordinario sucedió. Él tomó ese documento de deuda, esa lista interminable de nuestras transgresiones, y la clavó en la cruz. Después de ofrecer Su sacrificio perfecto, hizo algo que ningún sacerdote del Antiguo Testamento podía hacer: se sentó a la diestra del Padre (Heb. 10:12). ¿Por qué? Porque Su obra estaba completa. «Consumado es», declaró desde la cruz (Juan 19:30).
Ahora tenemos no solo un Salvador, sino un Abogado. Primera de Juan nos asegura: «Si alguien peca, tenemos Abogado para con el Padre, a Jesucristo el Justo» (1 Juan 2:1). No es solo que nuestros pecados pasados fueron perdonados; es que tenemos provisión continua para el perdón. Los pecados de ayer, de hoy, de mañana, todos cubiertos por Su sangre preciosa.
Hoy, si cargas con culpa, recuerda: Cristo vino precisamente para liberarte de esa carga. No tienes que vivir bajo el peso de tus errores pasados. La cruz tiene poder para perdonar lo imperdonable, para limpiar lo más sucio, para restaurar lo que parece irreparable.
Preguntas de reflexión y aplicación
- ¿Qué culpas específicas has estado cargando que necesitas entregar a Cristo hoy?
- ¿Cómo cambiaría tu vida diaria si verdaderamente creyeras que todos tus pecados han sido perdonados?
- ¿Hay alguien en tu vida que necesita escuchar sobre este perdón completo que Cristo ofrece?
- ¿De qué manera práctica puedes vivir en la libertad del perdón esta semana?
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Adelanto del día siguiente: Mañana descubriremos cómo, sin Cristo, no tendríamos acceso al Padre y viviríamos como huérfanos espirituales en este mundo sin la posibilidad de conocer verdaderamente a Dios.
About this Plan

En esta Navidad, mientras el mundo celebra pero olvida al verdadero motivo, este plan te invita a reflexionar sobre cómo todo cambió cuando Cristo vino. A lo largo de cinco días, meditaremos en lo que el mundo no tendría sin Jesús y en las gloriosas realidades que ahora poseemos en Él. Adaptado del sermón del pastor Miguel Núñez, «¿Y si Cristo no hubiese venido?», a través de este devocional descubrirás cómo Su venida transformó nuestra esperanza, nuestro perdón y nuestro destino eterno.
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