Fe Para Los Días De TormentasSample

¿Quién es este?

La tormenta no terminó solamente con la calma y el silencio del mar, sino con una pregunta que atravesó el corazón de los discípulos: “¿Quién es este hombre?”. El verdadero clímax del relato no está en la quietud de las aguas, sino en la revelación de la identidad de Jesús.

Marcos enfatiza que los discípulos “temieron con gran temor”. El evangelista utiliza el término griego megás para intensificar la idea y señalar un temor superlativo. No era un miedo cualquiera: el pánico que habían sentido frente a la tormenta fue reemplazado por un temor reverente, un asombro lleno de reconocimiento ante la majestad de Cristo. Pasaron de estar paralizados por la fuerza de la naturaleza a ser sobrecogidos por la grandeza del Señor de la creación.

Ese “gran temor” no es pánico, sino reverencia; no es terror, sino adoración. Podríamos entenderlo como una exaltación ante la majestad de Jesús. Lo que antes parecía el final de todo se convirtió en una experiencia que reveló más profundamente quién es Él. El verdadero milagro no fue solo el mar en calma, sino el corazón de los discípulos transformado al descubrir que en su barca iba el Hijo de Dios: aquel que calma las tormentas, conduce a tierra firme y es digno de toda adoración.

Él escribe lo siguiente: “«¡Socorro, Señor!», clamaron en medio de su dificultad, y él los salvó de su aflicción. Calmó la tormenta hasta convertirla en un susurro y aquietó las olas. ¡Qué bendición fue esa quietud cuando los llevaba al puerto sanos y salvos! Que alaben al Señor por su gran amor y por las obras maravillosas que ha hecho a favor de ellos." (Salmo 107:28–31 NTV).

Preguntas de reflexión

• ¿Somos capaces de reconocer la majestad de Cristo aún en medio de nuestras tormentas?
• ¿De qué manera podemos transformar nuestro miedo en adoración?
• ¿Qué aspectos de la grandeza de Jesús necesitamos redescubrir para vivir en reverencia y confianza?

Aplicación práctica

Las tormentas de la vida no son solo obstáculos: son escenarios donde Dios nos permite ver más de su gloria. Nuestro desafío es aprender a pasar del miedo al asombro, de la angustia a la adoración, del pánico a la fe reverente que exalta a Cristo por encima de todas las cosas.

“El mar obedeció su voz, pero el verdadero milagro fue que sus discípulos aprendieron a adorarlo como Señor".