Un amor que se involucra con los rechazados

Zaqueo era un hombre rico, pero despreciado. Jefe de cobradores de impuestos, había ganado mucho, pero perdido casi todo en el camino: su reputación, su dignidad, su paz. Sabía que nadie lo quería cerca. Por eso subió a un árbol: no solo para ver a Jesús, sino porque quizá pensaba que desde ahí nadie lo vería a él.

Pero Jesús sí lo vio. Lo vio entre la multitud, lo llamó por su nombre, y le dijo algo inesperado: “Baja, porque hoy quiero quedarme en tu casa”. Jesús se invitó a la vida de un hombre que todos evitaban. No le pidió que cambiara primero, ni que diera explicaciones. Solo se acercó. Y ese gesto de amor rompió algo en el corazón de Zaqueo. En ese mismo instante, su vida comenzó a transformarse.

Así es el amor de Jesús contigo. Él te llama por tu nombre, incluso cuando te escondes. Él quiere entrar en tu casa, en tu historia, aunque otros no crean que lo mereces. Jesús no se queda con la opinión de la gente sobre ti. Él conoce tu valor, aunque te sientas indigno. No espera a que te ordenes para acercarse, sino que se acerca para ayudarte a ordenar tu vida desde adentro.

Quizá te has sentido fuera de lugar, juzgado por lo que fuiste o por lo que hiciste. Tal vez llevas tiempo queriendo acercarte a Dios, pero sin saber si Él realmente quiere estar contigo. Hoy Jesús te dice lo mismo que le dijo a Zaqueo: “Baja, porque quiero estar contigo”. Su amor no te exige perfección, solo un corazón que se deje alcanzar.