Su Amor Fue Más Grande

En un mundo donde el amor muchas veces se condiciona a méritos, apariencias o comportamientos, el amor de Dios rompe todos los esquemas. Su amor fue —y sigue siendo— más grande que nuestro pecado, más grande que nuestro pasado, más grande que nuestras dudas y temores.

Cuando la humanidad se encontraba perdida, atrapada en la esclavitud del pecado, Dios no nos dejó a nuestra suerte. No esperó que fuéramos dignos ni que corrigiéramos nuestro camino por nuestra cuenta. Su amor fue más grande que nuestra incapacidad para salvarnos.

“Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos” (Efesios 2:4-5 RVR1960).

Cristo no murió por los perfectos, sino por los quebrantados. No vino a buscar a los sanos, sino a los enfermos. Su amor fue más grande que la condena que pesaba sobre nosotros.

“Más Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8 RVR1960).

Y ese amor no solo nos rescató, sino que nos adoptó como hijos. Nos dio una nueva identidad, un propósito eterno y la seguridad de Su presencia constante.

“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; y lo somos” (1 Juan 3:1 RVR1960).

De eso se tratan la gracia, el favor y la misericordia de Dios, de que independientemente de quienes somos o fuimos, su amor hacia nosotros no cambia jamás y siempre está dispuesto a perdonarnos, restaurarnos, limpiarnos y tener una relación de Padre a hijo(a) contigo y conmigo.

Hoy puedes descansar en esta verdad: no importa cuán grande haya sido tu pecado, cuán profunda tu herida o cuán lejos hayas caminado, el amor de Dios siempre será más grande que cualquier cosa que puedas vivir o conocer.

Porque todo lo bueno proviene de Dios, y es por gracia, favor y misericordia para con sus hijos.

Reflexiona:

1. ¿En qué áreas de mi vida he olvidado que el amor de Dios es más grande que mis errores y limitaciones?
2. ¿Estoy permitiendo que la culpa o el temor me impidan recibir plenamente el amor y la gracia de Dios?
3. ¿Cómo puedo reflejar en mi trato hacia los demás ese amor incondicional que Dios me ha mostrado?