Una vida de intimidad con DiosSample

La verdadera felicidad
“Qué felices son los que temen al SEÑOR y se deleitan en obedecer sus mandatos”, Salmo 112:1 (NTV).
Todo el mundo tiene deseos prohibidos incrustados en sus huesos. La naturaleza caída nos persigue de este lado del mundo y será así hasta el día en que Jesucristo regrese. El diablo utiliza esos malos deseos para hacernos dudar del amor de Dios. Si no puede empujarnos rápidamente a la vida desenfrenada, entonces siembra la semilla de la duda: “¿qué clase de Dios quisiera que reprimieras esos sentimientos que están dentro de ti y que no has elegido?”. “¿Por qué permitiría deseos que no puedas satisfacer? ¿Acaso Él no quiere que seas feliz?”. Nos convence de que Dios quiere nuestra felicidad para que nos entreguemos a los deseos de la carne, creyendo que esa es la voluntad de Dios.
David le reveló a su hijo la fórmula para ser feliz: “Y tú, Salomón, hijo mío, aprende a conocer íntimamente a Dios...”, 1º Crónicas 28:9 (NTV). Pero Salomón no escuchó la voz de la sabiduría sino la voz de la serpiente. Pensó que tener todo el sexo que deseara resolvería el problema de su corazón. Pero no funcionó. Imaginó que disfrutar de toda la belleza natural ante sus ojos podría hacerlo feliz. Pero no funcionó. Imaginó que todo el dinero, todas las mansiones y toda la sabiduría podrían apagar finalmente el volcán que erupcionaba en su interior. Pero no funcionó. Tuvo todo lo que un ser humano pudiera desear. Pero no fue feliz. ¿Por qué? Porque en su corazón había un vacío eterno (Eclesiastés 3:11) que solo Dios podía llenar. ¡Los deseos eternos no pueden ser satisfechos con cosas pasajeras! Esa es la razón por la que una persona que se entrega a una pasión prohibida se encuentra peor al día siguiente. Una nueva relación, una noche de fiesta o un atracón de comida no satisface la necesidad interna de plenitud. ¿Por qué? ¡Porque las cosas temporales no pueden resolver problemas eternos! Fuimos convencidos de que la felicidad la encontramos en las cosas pasajeras de esta vida. El diablo es muy astuto. Vende sus mentiras a precio de oferta. Y nosotros compramos. La pura verdad es que: ¡un problema eterno solo puede ser resuelto con un bien eterno! Solo Dios puede completarnos y hacernos felices. Y eso se logra cuando comenzamos una relación íntima con Él. Si Salomón hubiera escuchado a su padre hubiera sido feliz. Como ignoró el consejo, nunca experimentó la verdadera felicidad.
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Cada día es una oportunidad para experimentar la presencia del Señor. Dios mismo es quien te extiende la dulce invitación para el encuentro santo: "Mi corazón te ha oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, SEÑOR»" (Salmo 27:8).
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