30 Días en Los SalmosMuestra

Día 10: Salmo 62

En el Salmo 62, oímos de nuevo la voz de David, elevando una oración en una temporada oscura de su vida. Describe sus sentimientos y circunstancias en los versículos 3 y 4, gritando que se siente asaltado y golpeado por los ataques incesantes de sus adversarios. Las ofensas repetidas parecen ser un tipo de “campaña de difamación”, mentiras sobre él esparcidas por personas que le sonríen a la cara pero que lo maldicen a espaldas.

Rodeando esta descripción de la situación, hallamos el refrán que centra la oración de David. Por Dios y solo en Dios mi alma espera en silencio; de él viene mi salvación. Solo él es mi roca y mi salvación, mi fortaleza; nunca seré sacudido (vv. 1–2). Este es el punto de partida de David, al que él regresa después de describir su problema: Por Dios y solo Dios mi alma espera en silencio; de él viene mi salvación. Solo él es mi roca y mi salvación, mi fortaleza; nunca seré sacudido (vv. 5–6). Dos elementos de esta oración central son particularmente notables. Primero: Su alma “espera en silencio”. Está comprometido con una oración perseverante (esperar) que involucra tanto el oír (silencio) como el hablar. Segundo: repite cuatro veces la frase “solo Dios” o “solo él”. David está fijando su atención exclusivamente en el Señor como la fuente de su rescate, protección y reivindicación. No anda buscando “aliados” o “partidarios” para contrarrestar la ola de testimonio falso, porque él sabe que tanto su liberación como su honor descansan firmemente en las manos del Señor (v. 7).

Después David cambia de enfoque e invita a su gente a unirse con él en este tipo de oración: "Esperad en él en todo tiempo, oh pueblos; Derramad delante de él vuestro corazón; Dios es nuestro refugio" (v. 8). Esta forma de orar, esta clase sostenida de esperar en la presencia de Dios, este tipo de enfoque concentrado exclusivamente en el Señor, es lo que evitará que se dejen llevar por las promesas vacías de las riquezas y la fama (vv. 9–10). David les ofrece un recordatorio al pueblo (“de Dios es el poder”) pero concluye dirigiéndose directamente a Dios: "Y tuya, oh Señor, es la misericordia;" (vv. 11–12).

Si te encuentras en una temporada en la que te sientes golpeado por los asaltos verbales de adversarios abiertos o por el chisme disfrazado de los supuestos amigos, ¡hoy es un buen día para llevarlo al Señor en oración! Espera en silencio delante de él, porque solo él es tu roca y tu salvación, tu fortaleza.