Todo Es en Él: 30 Días Redescubriendo Su Centralidad, Universalidad Y SupremacíaMuestra

Bienvenido a este recorrido de 30 días donde vamos a contemplar juntos la centralidad, universalidad y supremacía de Cristo. Este no es un plan motivacional ni una colección de frases de ánimo; es una invitación a sumergirnos en el propósito eterno de Dios, que tiene como centro absoluto a su Hijo amado.

Durante los primeros días, veremos cómo la vida cristiana comienza con la cruz que desactiva el yo y nos introduce en Cristo. Luego, meditaremos en la universalidad de su obra: luz para las naciones, esperanza para los marginados, reconciliación para la creación entera. Finalmente, entraremos en la plenitud de su supremacía: Cristo exaltado, heredero de todas las cosas, vencedor del mal y destino final de la historia.

Oramos que al terminar este plan, no solo tengas más conocimiento, sino que tu vida quede rendida, apasionada y orientada al único que es digno: Jesucristo, el Señor de todo.

Día 1 – La Cruz que Desactiva el Yo

El gran problema de nuestra generación no es la falta de motivación, sino la falta de revelación. El hombre moderno normalizó vivir desde la imaginación, la intuición o la emoción: “yo me imagino”, “a mí me parece”, “yo siento”. Pero el Reino no se fundamenta en esas voces fluctuantes, sino en la iluminación del Espíritu que revela a Cristo como el todo de Dios.

La cruz de Cristo no es un símbolo romántico, es el acto definitivo que desactiva al yo. No se trata de auto-realización, sino de Cristo-realización. La cruz pone en evidencia que mi vida no es el centro de la historia, sino que “de Él, por Él y para Él son todas las cosas” (Ro 11:36).

En el mundo se nos dice: “construí tu propósito, seguí tu visión, cumplí tus sueños”. Pero la Escritura enseña algo radicalmente distinto: no somos los arquitectos de nuestra historia, somos colaboradores en el eterno propósito de Dios en Cristo Jesús (Ef 3:11). La Iglesia no existe para que Cristo colabore con sus planes, sino para colaborar con el plan eterno del Padre en el Hijo.

Negarse a sí mismo y tomar la cruz (Mt 16:24) no es resignación pasiva, sino la única vía para entrar en la plenitud de Su propósito. Gálatas 2:20 lo declara con contundencia: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. El yo que buscaba afirmarse queda en la tumba, y el Cristo que reina en gloria ocupa el lugar central.

Pablo entendió esto al decir en Filipenses 3 que todo lo que era ganancia lo consideraba basura, con tal de ganar a Cristo. Porque cuando Cristo ocupa el trono, el yo desciende de su pedestal. Y entonces la vida deja de ser un cúmulo de proyectos personales para convertirse en una expresión de la gloria de Dios.

La cruz, lejos de ser el final, es el principio: es el altar donde el yo muere, pero también el lugar donde el propósito eterno de Dios comienza a cumplirse en nosotros.

Oración

Señor Jesús, hoy reconozco que la vida no gira en torno a mí. Todo fue creado por ti, por medio de ti y para ti. Enseñame a tomar mi cruz cada día, a desactivar mi yo, y a rendir mi voluntad a tu propósito eterno. Que mi vida sea un eco de tu gloria. Amén.

Acción del día

Escribí en una hoja o en tu celular:
“Mi vida no es mía. Es de Cristo y para Cristo.”
Guardala donde la veas durante el día. Cada vez que tomes una decisión, preguntate: ¿esta acción refleja que todo es de Él, por Él y para Él?