Todo Es en Él: 30 Días Redescubriendo Su Centralidad, Universalidad Y SupremacíaMuestra

Día 2 – Ya no vivo yo, vive Cristo

El evangelio no es un barniz religioso que mejora mi vida, es una cruz que termina con mi viejo yo para dar paso a una nueva vida en Cristo. Cuando Pablo declara: “ya no vivo yo”, está estableciendo la verdad más radical y liberadora: el centro de la vida cristiana no es la superación personal, sino la sustitución en Cristo.

El mundo moderno nos dice: “sé auténtico, seguí tus deseos, afirmá tu identidad”. Pero la Biblia revela que nuestra “identidad” sin Cristo está corrompida, bajo el dominio del pecado y de la carne. Por eso el yo no necesita refinamiento, necesita crucifixión. El viejo hombre fue “crucificado juntamente con Él” (Ro 6:6), para que ya no sirvamos al pecado.

La buena noticia es que no se trata solo de una muerte, sino de una resurrección. “Cristo vive en mí” significa que Su vida, Su Espíritu, Su obediencia, Su amor, ahora habitan dentro nuestro. Ya no soy yo intentando vivir como Cristo, es Cristo viviendo Su vida en mí.

Este cambio de centro lo transforma todo. Mis logros ya no son mi gloria, sino Su obra en mí. Mis sufrimientos ya no son derrotas, sino oportunidades para que Su poder se perfeccione en mi debilidad. Mi futuro ya no es incierto, porque está escondido con Cristo en Dios (Col 3:3).

Cuando comprendemos esta realidad, dejamos de vivir atrapados en el narcisismo espiritual que busca experiencias para “sentirse bien”. El cristiano no vive “para sí”, sino “para Aquel que murió y resucitó por él” (2 Co 5:15). Esta es la verdadera libertad: no pertenecerme a mí mismo, sino pertenecer enteramente a Cristo.

Oración

Señor, gracias porque tu cruz terminó con mi viejo yo, y tu vida me llena de poder y propósito. Hazme consciente cada día de que no se trata de mí, sino de ti en mí. Que cada pensamiento, cada decisión y cada acción reflejen que vivo por la fe en ti, el Hijo de Dios. Amén.

Acción del día

Hoy repetí en voz alta cada vez que enfrentes una tentación o un desafío:
“Ya no vivo yo, Cristo vive en mí.”
Dejá que esta declaración gobierne tu manera de pensar, tus reacciones y tu forma de relacionarte con otros.