Todo Es en Él: 30 Días Redescubriendo Su Centralidad, Universalidad Y SupremacíaMuestra

Día 7 – El Cordero en el trono

Cuando Juan es arrebatado en visión al cielo, no ve un líder político, ni un ejército poderoso, ni un héroe humano. En el centro del trono está un Cordero inmolado. La gloria del universo descansa sobre un sacrificio, no sobre la fuerza. El gobierno eterno de Dios se manifiesta en la persona de Cristo, que venció no por conquistar con violencia, sino por entregar su vida en amor.

En Apocalipsis 5, los ángeles, ancianos y multitudes estallan en adoración porque solo el Cordero es digno de abrir los sellos de la historia. Esto significa que Cristo no solo redimió al hombre en la cruz, sino que también gobierna el curso de los tiempos. Él es el Señor de la historia porque venció al pecado, a la muerte y al diablo mediante su sangre.

Este Cordero inmolado sigue en pie. La cruz no fue derrota, sino victoria. Su sacrificio no lo dejó tumbado en el sepulcro, sino que lo levantó como el Señor exaltado sobre todo. Por eso, la canción celestial declara: “Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos, porque tú fuiste inmolado y con tu sangre nos has redimido para Dios” (Ap 5:9).

El centro de la adoración de la Iglesia no son nuestros sentimientos, ni nuestros logros, ni nuestras necesidades. El centro es el Cordero. Cuando levantamos la mirada hacia Él, somos recordados de que nuestra vida, nuestra misión y nuestro destino están asegurados en aquel que ocupa el trono.

La visión celestial nos reubica en la tierra. Frente a las noticias, las crisis y las incertidumbres, podemos afirmar: el trono no está vacío. Y en el trono no hay un tirano ni un sistema impersonal: está el Cordero que nos amó y se entregó por nosotros.

Oración

Señor Jesús, Cordero de Dios, gracias porque tu sacrificio me redimió y tu victoria me sostiene. Hoy elevo mis ojos al cielo y reconozco que estás en el trono. Sé el centro de mi adoración y el fundamento de mi confianza. Amén.

Acción del día

Tomate un tiempo de adoración personal. Poné una canción que exalte al Cordero y cantala como si estuvieras delante del trono. No pidas nada: solo reconocé su dignidad y señorío sobre tu vida.