Un Matrimonio Que Da FrutoMuestra

No es en tus fuerzas

¿Cuándo fue la última vez que intentaste una receta que viste en internet… y te quedó fatal?
Seguiste todos los pasos, mediste con amor, prendiste el horno con fe…
Y terminaste comiéndotela a la fuerza, sonriendo como si supiera bien… y prometiéndote que la próxima mejor haces arroz con huevo.

A veces el matrimonio se siente igual.
Intentamos fórmulas sacadas de Google para arreglar lo que está roto por dentro:
— “Cómo controlar el enojo".
— “Cómo tener paciencia con mi suegra".
— “Cómo dejar de ignorar a mi pareja con el celular".

Pero el problema no es la receta.
Es que ningún truco superficial transforma lo que solo el Espíritu puede renovar desde adentro.

A veces intentamos controlar la ira, el miedo o el orgullo con pura fuerza de voluntad. Funciona por unas horas… hasta que vuelve a salir lo que realmente hay dentro. Porque el problema no es solo lo que haces. Nada cambia de verdad si el corazón sigue igual.

La Biblia no nos llama a ser expertos en control emocional. Nos llama a vivir conectados al Espíritu Santo, y es Él quien transforma desde lo profundo.

El fruto no se produce por esfuerzo

“Así que les digo: vivan por el Espíritu, y no sigan los deseos de la carne" (Gálatas 5:16 NVI).

Cuando el Espíritu Santo habita en ti, no se trata de fingir paciencia, sino de vivir de tal forma que esa paciencia florezca sola.
No se trata de forzar la ternura, sino de permitir que Dios sane lo que endureció tu corazón.
No se trata de “aguantar por los niños”, sino de dejar que el amor de Dios te haga nuevo(a) desde adentro.

Cuando Jesús está presente en una vida… se nota. Y cuando está presente en un matrimonio, también.

Por eso este plan no es un reto de autocontrol, sino una invitación a rendirte. A dejar que el Espíritu sea quien trabaje en ti, en tu pareja y en lo que los une.

Según Gálatas 5:22-23, cuando el Espíritu mora por completo en nuestras vidas, Él mismo produce en nosotros amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio. Durante los próximos nueve días, nos detendremos a mirar cada una de estas virtudes del fruto del Espíritu, no como una lista que debemos alcanzar, sino como una evidencia natural de una vida conectada a Dios.

Oración

Espíritu Santo, quiero que vivas en mí de verdad. No quiero aparentar que todo está bien ni vivir de apariencias en mi matrimonio. Quiero que me transformes desde lo profundo. Que tu fruto se note, no porque lo esté forzando, sino porque tú estás obrando. Haz de mí una tierra fértil para lo que solo tú puedes producir. Amén.