Una guía de oración de 7 díasMuestra

Repensar la oración.

La oración es ponerse en manos de Dios. - Madre Teresa

Muchos seguidores de Cristo luchan por tener una vida de oración decente. Puede ser difícil para nosotros porque es fácil concentrarnos en el acto de orar en lugar de centrarnos en Dios. Tener una maravillosa vida de oración no es la meta. Conectarnos con Dios y crecer en nuestra intimidad con Él sí lo es.

Quizás este escenario nos resulte familiar: empezamos a orar cuando la vida es difícil. Entonces la vida se vuelve más fácil y no oramos tanto porque no necesitamos tanto a Dios. Pero algo difícil se cruza en nuestro camino y sabemos que debemos orar por ello. Nos sentimos culpables por ello porque hace tiempo que no oramos y asumimos que Dios está enojado con nosotros.

Es hora de repensar la oración.

Pensemos en la oración a la luz de nuestras relaciones más cercanas. Podría ser un hermano, nuestro cónyuge o un mejor amigo. Nuestra comunicación con ellos es fácil y natural. Podríamos enviarles un mensaje de texto, hacer una llamada telefónica o visitarlos en persona. A veces tenemos visitas largas y otras veces los mensajes son breves. Por lo general, no comenzamos nuestra conversación con esta persona así: “Querida Jenny, gracias por responder a mi llamada de hoy. Estoy emocionado de hablar contigo. Discutamos…” En cambio, tenemos esta conversación en curso que tiende a continuar con la siguiente.

Si tratamos la oración como tratamos la relación con las personas más cercanas a nosotros, la oración se entrelazará en todas las áreas de nuestras vidas. Conectará las partes que hemos desconectado de Dios. Será una conversación continua que tendremos con Él, llena de momentos de gratitud, de oración por los demás e incluso de compartir nuestras frustraciones. Y si esta conversación continúa, entonces realmente, ¿existe alguna vez la necesidad de decir “amén”?

Esto no significa que no le mostremos el honor que merece. No nos dirigimos a Él con: "Oye amigo... sup". No, vivimos nuestras vidas donde Él es honrado y adorado y, al hacerlo, nuestros encuentros con Él son mucho más genuinos. A Él le importan menos nuestras palabras y más el lugar de donde vinieron las palabras.

Nuestra relación con Dios crecerá a medida que nos esforcemos por tener una conversación continua con Él. Tanto las oraciones cortas como las largas tienen su lugar. Pero no podemos esperar conocerlo simplemente en un segmento de cinco minutos cada mañana. Tenemos que traerlo a nuestra vida diaria y permitirle que infunda su paz, esperanza, consuelo y guía en cada aspecto de ella.

Es hora de repensar la oración.

Reflexionar

• ¿Tiendes a orar una vez o hablas con Dios a lo largo del día?
• ¿Qué puedes empezar hoy para tener una conversación diaria y continua con Dios? (¿Recordatorios, alarmas, oración cada hora?)
• Escribe cualquier revelación que Dios te hable a través de la lectura bíblica o el devocional de hoy.