Extraordinariamente OrdinarioSample

Algo que me encanta hacer es recomendar comida. Si alguien me dice que va a un restaurante por primera vez, ya tengo la sugerencia lista: qué platillo pedir, qué salsa probar, cuál bebida acompaña mejor.
No lo hago porque me lo contaron — lo hago porque ya lo probé. Porque lo viví.

Eso mismo pasa con Jesús.
Un testigo no repite información, comparte experiencia. No habla de lo que ha escuchado, sino de lo que ha experimentado en carne propia.

El ciego de Juan 9 no sabía explicar teología, pero sí sabía una verdad irrefutable:“Yo era ciego y ahora veo". Su vida se volvió el testimonio. No necesitó un púlpito ni una plataforma; su transformación hablaba por sí sola.

Así también tú y yo somos llamados a testificar.
No porque lo sepamos todo, sino porque hemos sido tocados por Jesús. Tal vez estés en proceso, con “lodo en los ojos”, viendo borroso. Pero si Jesús ya te ha tocado, estás en camino a ver con claridad.

Cuando hablas de lo que Dios ha hecho en tu vida —aunque sea una conversación sencilla— estás haciendo visible a Cristo en tu entorno.

Oración:
Señor, gracias porque me diste una historia que contar. Aun en mis procesos, estás obrando. Hazme valiente para hablar de lo que has hecho en mí. Que mi vida sea evidencia de tu poder. Amén.

Aplicación práctica:
Comparte hoy con alguien una parte de lo que Dios ha hecho en tu vida. No necesitas tener todas las respuestas — solo contar lo que has vivido.