De La Vergüenza a La SeguridadSample

La historia de Dios es una historia de conexión. Desde Génesis hasta Apocalipsis, Dios anhela morar con su pueblo. Esto es cierto en el huerto, en el tabernáculo, en la persona de Jesús y a través del Espíritu en nosotros,incluso ahora.
Pero la vergüenza altera la conexión. Sobre todo la conexión con nosotros mismos.
La vergüenza suele tener su raíz en el miedo. La terapeuta Chrissie Steyn explica que cuando el miedo persiste o se internaliza como "algo anda mal conmigo", se forma una herida profunda. En el lenguaje de los Sistemas Familiares Internos (SFI), esta herida se convierte en lo que se llama un exilio: una parte joven y vulnerable de nosotros que ha sido apartada u ocultada.
Como Dios nos diseñó para sobrevivir, nuestro sistema nervioso moviliza otras partes para protegernos del dolor del exilio. Estas "partes protectoras" pueden manifestarse como autocrítica, ansiedad, perfeccionismo, adicción o abstinencia. Pero aquí es donde a menudo malinterpretamos: estos comportamientos no son prueba de una fe débil ni de un espíritu quebrantado. Son señales de que una parte de usted se esfuerza por mantenerlo a salvo, aunque al hacerlo, a veces crea más desconexión.
La respuesta a la vergüenza no es obligar a estas partes a detenerse, sino crear seguridad para que ya no sientan que tienen que trabajar tan duro para ser dignas de amor y conexión.
Y la seguridad se ve así: una presencia guiada por el Espíritu (lo que SFI llama autoenergía, y lo que nosotros, como cristianos, entendemos como nuestro propio espíritu, guiado y conectado con el Espíritu Santo) que se presenta sin juicio ni agenda. Simplemente presenciando. Escuchando. Trayendo calidez donde ha habido frialdad y compasión donde ha habido condenación.
Cuando dejamos de intentar "arreglar" la vergüenza y, en cambio, la observamos con curiosidad, esas partes protectoras comienzan a suavizarse. Los lugares exiliados dentro de nosotros se dan cuenta de que ya no están solos y por fin pueden contar su historia.
Asíes como empezamos a sanar, no a la fuerza, sino a través de la presencia amorosa. Dios nunca nos apresura. Y nos invita a reflejar esa misma paciencia con nosotros mismos, permitiendo que la conexión reemplace lentamente la desconexión causada por la vergüenza.
Considere la reflexión a continuación y regrese mañana mientras finalizamos este plan y continuamos explorando la curación.
Reflexión:
Piense en un momento, reciente o lejano, que le haya provocado vergüenza. ¿Cómo podría escuchar con compasión a esa parte de usted que la sintió? ¿Qué podría haber intentado decirle su cuerpo en ese momento?
Oración:
Dios, gracias por diseñarme con tanto cuidado. Gracias porque cada reacción y defensa que tengo se basa en un anhelo de seguridad amorosa. Hoy, dame la valentía y la capacidad de detenerme y escucharte a ti y a mi cuerpo. Ayúdame a acoger las partes de mí que tanto me ha costado proteger y a aceptar los lugares exiliados dentro de mí que aún guardan dolor y pena. Invito a tu espíritu a guiarme con dulzura mientras observo cada parte de mí con compasión, sin juzgar. Ayúdame a aceptarme como tú me aceptas: con paciencia, ternura y amor. Confío en que la sanación comienza con la presencia. En tu nombre, oro, amén.
Scripture
About this Plan

La vergüenza no lo define. Es parte de usted. Una que intenta proteger o que carga con un dolor que nunca ha sanado. En este Plan Bíblico de 3 días, descubra cómo el amor de Dios se acerca con ternura a las partes de usted que se sienten indignas, ayudándolo a pasar del autorrechazo a una conexión sagrada.
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