Día Global de Oración Universitaria: Guía de Oración de 40 DíasSample

Día 22: Lecciones de Cali
“y el nombre de la ciudad desde ese día será: “el Señor está allí”».”
— Ezequiel 48:35
Cuando llegué a Cali, Colombia, a finales de los años 90, no estoy seguro de que nadie pudiera haberme preparado para lo que iba a experimentar. Había escuchado informes sobre notables desarrollos espirituales que impactaban aquel infame bastión del narcotráfico —que de hecho fue la principal razón de mi presencia— pero la realidad vivida superó rápidamente todas mis expectativas.
Cinco recuerdos distintos de mi estadía en la ciudad llegaron a definir no solo la experiencia en sí, sino, lo que es más importante, mi entendimiento del avivamiento. Las suposiciones con las que llegué —es decir, que los despertares espirituales eran sucesos religiosos relativamente raros confinados, en gran parte, al ámbito de las reuniones de la iglesia— fueron rápidamente reemplazadas por algo mucho más revolucionario.
Mi primer encuentro ocurrió en una cafetería de barrio, en el camino desde el aeropuerto. Mientras un presentador local informaba a nuestro equipo de filmación acerca de las actividades de Dios en la ciudad, no pude evitar escuchar conversaciones similares en diversas mesas. Al interrumpir a mi anfitrión para preguntar al respecto, simplemente sonrió y dijo: “Bienvenido a Cali.”
Dos días después, estaba en un estudio de televisión entrevistando al principal presentador de noticias de la ciudad acerca de los cambios notables que azotaban la comunidad —incluida la caída de los narcotraficantes más poderosos del mundo. La conversación fue electrizante y eclipsó completamente la noción del tiempo. Cuando finalmente miré mi reloj, sentí un sobresalto de adrenalina: el noticiero vespertino se transmitiría en vivo en cinco minutos. Unos tres millones de espectadores estarían esperando, pero no había ni cámara, ni ingeniero de sonido, ni director en el lugar. Al oír una leve tos, giré mi cabeza y vi a todo el equipo de producción amontonado detrás de nosotros. Muchos lloraban, cautivados por los maravillosos detalles de la visita de Dios en su ciudad.
A la mañana siguiente, me paré en los escalones de una iglesia, parecida a un almacén, que había crecido a razón de 1,000 nuevos miembros al mes, ¡durante 40 meses consecutivos! Maravillado por ese crecimiento, le pregunté a uno de los ancianos cómo era posible. Señalando a un área cerrada dentro de aquella inmensa instalación, respondió: “Esa es nuestra sala de oración. La gente gime ante el Señor las 24 horas del día, los 7 días de la semana. No se detiene.”
No satisfecho con esta respuesta, insistí: “Eso es maravilloso. Pero cuéntame acerca de los programas y estrategias. ¿Cómo han logrado atraer a tanta gente?” Lo que siguió fue un momento transformador. Mirándome con una expresión de compasión, el anciano respondió: “No tenemos tiempo para programas. Estamos demasiado ocupados recogiendo las redes. Dios está sobrevolando nuestra ciudad. Cada día, al menos seis personas se acercan a nuestros miembros para preguntar cómo pueden salvarse.”
Lo que sucedía en la ciudad ocurría en todas partes. Entrabas a cualquier cafetería, parque, autobús, estudio de noticias, oficina, escuela, hogar o iglesia, y simplemente no podías evitarlo. Esa persistente “densidad” que he llegado a conocer es un sello característico de una auténtica visita de Dios. No tiene que ver con programas, y no puede ser comprendido intelectualmente; es, más bien, algo que se siente. Se trata de la Presencia.
Me preguntaba: ¿cómo se recibe tal atmósfera en una comunidad? ¿Qué significa exactamente preparar el camino para el Señor?
Nunca olvidaré la conversación que tuve con Ruth Ruibal en una colina sobre su casa, en las afueras de Cali. Mirándome con unos ojos que lo habían visto todo, Ruth insistió en que había cuatro catalizadores primordiales: oración, ayuno, arrepentimiento y unidad, ninguno de los cuales había estado presente de forma significativa en los años anteriores al gran cambio en Cali.
Dominada por el orgullo, la falta de perdón y la calumnia, la alianza ministerial de la ciudad estaba tan dividida que, según un exlíder, era “una caja de archivos que nadie deseaba”. A punto de rendirse, el esposo de Ruth, Julio, decidió embarcarse en un ayuno de 40 días en el que oraría para que Dios restaurara su amor por sus compañeros pastores. Dios se le apareció de una manera notable, recordándole que no tenía derecho a sentirse ofendido.
Pocos días después, Julio fue asesinado a tiros por un sicario a sueldo mientras se dirigía a una reunión vespertina con otros ministros. La tragedia conmocionó a la ciudad, y especialmente a la alianza ministerial. Aunque Dios no fue responsable de estos eventos, Él rápidamente los redimió. En el servicio fúnebre de Julio, cientos de pastores distanciados firmaron un pacto de unidad, prometiendo que nada volvería a separarlos.
En las semanas siguientes, una oración unida se levantó en toda la ciudad, energizando un movimiento de Dios que se hablaría por décadas. Fue un espectáculo glorioso, aunque muchos han encontrado difícil repetirlo.
El desafío es tan incomprendido como común. Por muy importante que sea la unidad para la causa del avivamiento, no se puede buscar por sí sola; viene únicamente como subproducto de la humildad.
Mi último recuerdo de Cali, uno que quedará grabado para siempre en mi memoria, es el de una multitud de 3,000 personas sacudiendo las rejas de acero del estadio Pascual Guerrero y gritando: “¡Déjennos entrar! ¡Déjennos entrar!” Algunos podrían suponer que estas personas enérgicas estaban clamando por acceder a una concentración política o a un partido de fútbol de fin de semana. Estarían equivocados. Eran las 4:00 a.m. y lo único que motivaba a esa multitud era el deseo apasionado de unirse a otros creyentes en arrepentimiento al final de una vigilia de oración toda la noche.
Rara vez, o quizás nunca, había presenciado tal hambre por la presencia de Dios. Era, verdaderamente, una comunidad en oración. Con cada súplica llena de agonía, el legado de Cali como exportador de muerte se transformaba en un modelo de esperanza y sanación.
Julio Ruibal solía declarar: “Soy inmortal hasta que haya cumplido lo último que Dios tiene preparado para mí”. No era soberbia falsa; Julio vivía sin temor, no en ausencia de amenazas de muerte, sino a pesar de ellas. Como Jesús, había llegado a abrazar la confianza que proviene de rendirse.
“En verdad les digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, se queda solo; pero si muere, produce mucho fruto.”
— Juan 12:24
PUNTOS DE ORACIÓN:
- Pide al Señor que te conceda oportunidades para sustituir tus imaginaciones sobre cómo transformar un avivamiento por recuerdos reales.
- Ruega para que Dios aumente tu apetito por aquellas cosas comprobadas para atraer Su atención, favor y presencia.
- Ora para que Dios te otorgue el coraje de dejar ir todo lo que obstaculice Sus propósitos en tu vida y en tu comunidad universitaria.
Por George Otis, Jr. (George es el productor de la galardonada serie de videos “Transformations” y del canal de streaming “The Moving Cloud” —una combinación de historias semanales, entrevistas y enseñanzas que nos recuerdan que “La Presencia Cambia Todo”.)
Scripture
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Únete a creyentes de todo el mundo para orar juntos por un avivamiento y un despertar espiritual entre los estudiantes universitarios. Líderes de diferentes partes del mundo han contribuido a esta guía, brindándote una herramienta de inspiración, comprensión y aliento para fortalecer tus oraciones. ¡Únete en oración con creyentes de todas las naciones durante los 40 días previos al Día de Oración en favor de los estudiantes Universitarios!
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