El Valle De Los Huesos SecosSample

El contexto histórico de esta visión se sitúa en el siglo VI a.C., durante el exilio babilónico del pueblo de Israel. La nación había sido derrotada por Babilonia, Jerusalén destruida y el templo arrasado. Los "huesos secos" representaban una sociedad fracturada y desarraigada, que había perdido su cohesión, sus estructuras y su propósito a causa del pecado.
Los israelitas se encontraban en una situación de profunda desesperanza, lejos de su tierra prometida y sin un lugar donde adorar a su Dios. Este exilio representaba no solo una crisis política y social, sino también una crisis de identidad y fe.
Israel se percibía a sí mismo como un valle de "huesos secos", porque se veían privados de sus posesiones más sagradas: el templo y la tierra prometida. En sí mismos, se sentían sin Dios. Por tanto, se veían desolados.
La pregunta que Dios le hace a Ezequiel: "¿Vivirán estos huesos?", no es porque Él no conociera la respuesta, sino para desafiar la fe del profeta y del pueblo, y al mismo tiempo mostrar Su soberanía. Porque no se trataba de un lugar o un templo, sino de una relación: de una confianza total y absoluta en el poder sobrenatural de Dios, capaz de restaurar incluso lo irremediablemente perdido.
Y como siempre nos ha enseñado Dios, la Palabra tiene poder. “Dios ordena a Ezequiel que profetice sobre los huesos, y al hacerlo, estos se unirían, se cubrirían de tendones, carne y piel, pero aún no tenían aliento de vida. Solo cuando Ezequiel profetizó al ‘aliento’ (ruaj, que significa espíritu, viento o aliento), los cuerpos cobraron vida y se levantaron como un ejército numeroso.” Esto indicaba que, sin importar el lugar donde estuviera el pueblo del Señor, el Espíritu de Dios podría darles vida.
Y como hijos de Dios, querido lector, todos enfrentamos momentos de desesperanza y sequedad espiritual en algún punto de nuestro peregrinaje de fe. Sin embargo, así como Dios puede traer vida a los huesos secos, también puede restaurar nuestras vidas. La clave está en permitir que Su Espíritu nos vivifique y nos transforme.
Lo mismo sucede con la Iglesia. Como pueblo de Dios, también puede atravesar momentos de sequedad espiritual. Este pasaje nos recuerda que, aunque podamos sentirnos muertos en nuestros delitos y pecados, Dios tiene el poder de restaurarnos y levantarnos para cumplir Su propósito. La restauración de los huesos secos no solo beneficia a los restaurados, sino que sirve como testimonio al mundo de la gloria y el poder de Dios. Nuestra transformación personal puede ser una herramienta poderosa para atraer a otros a la fe.
Hay comunidades de fe que también atraviesan momentos difíciles como iglesia, ya sea por el pecado de sus líderes o por tiempos de prueba. Pero incluso en esas circunstancias, Dios promete que, sin importar cuán desesperada sea nuestra situación, Él tiene el poder de restaurarnos. Porque solo el Espíritu de Dios puede traer vida donde hay muerte, pecado y desolación.
Recuerda: no hay situación tan seca, muerta o desolada que Dios no pueda redimir.
“¡Mira hasta dónde has caído! Vuélvete a mí y haz las obras que hacías al principio. Si no te arrepientes, vendré y quitaré tu candelabro de su lugar entre las iglesias.”
(Apocalipsis 2:5)
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La visión del valle de los huesos secos, no solo fue un mensaje profético para los exiliados judíos en Babilonia, sino que tiene una resonancia universal y perenne. Cada generación, efectivamente, se enfrenta a sus propios "valles de huesos secos": momentos de desesperanza colectiva, de destrucción espiritual, social o política, donde la vida parece haberse ido y lo único que queda es la muerte, el caos y la sequedad de una humanidad herida.
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