Jeremías

Un ejemplo de obediencia a Dios

Reflexión:

En este pasaje, más allá del simbolismo del alfarero y el barro, hay un componente esencial: la obediencia de Jeremías. Dios le dice: “Levántate y desciende a la casa del alfarero, y allí te haré oír mis palabras” (Jeremías 18:2). Sin vacilar, Jeremías obedece al llamado del Señor, actuando de inmediato. Su disposición para escuchar y actuar refleja la actitud que todos deberíamos tener ante los mandatos de Dios.

La obediencia de Jeremías no era una obediencia parcial ni condicionada. Al contrario, fue total, y este pasaje nos muestra la importancia de seguir a Dios sin cuestionamientos. Jeremías no pidió explicaciones, no preguntó por qué debía ir a la casa del alfarero. Simplemente se levantó y fue, confiando en que el Señor le hablaría y revelaría lo que necesitaba saber.

Es fácil decir que queremos obedecer a Dios, pero cuando recibimos instrucciones que no entendemos o que parecen difíciles, a menudo nos resistimos o buscamos excusas. Jeremías, sin embargo, no opuso resistencia. Sabía que la clave para cumplir el propósito de Dios en su vida era la obediencia. Él fue un vaso disponible en las manos del Señor, listo para ser moldeado y utilizado según Su voluntad.

Así como Jeremías escuchó y obedeció, nosotros también debemos estar dispuestos a seguir los pasos que Dios nos indica. La obediencia es la base de nuestra relación con Él. A través de la obediencia, podemos ser moldeados y transformados para cumplir el propósito que Dios tiene para nosotros.

La obediencia no siempre es fácil. Implica renunciar a nuestra propia voluntad, igual que el barro debe someterse a las manos del alfarero. Sin embargo, al igual que Jeremías, somos llamados a confiar en que el Alfarero sabe lo que es mejor para nosotros. Nuestra tarea es sencilla: escuchar, obedecer y dejarnos moldear.

Oración:

Señor, dame un corazón como el de Jeremías, dispuesto a obedecerte en todo momento, sin importar las circunstancias. Ayúdame a confiar en Tu plan y a someter mi vida a Tu voluntad, sabiendo que Tú eres el Alfarero y yo soy el barro en Tus manos. Que Tu voluntad se haga en mí y que pueda todos los días caminar en obediencia a Ti, como tu siervo Jeremías. Amén.