Mejor al final

El salmo 23 es uno de los salmos más conocidos de la Biblia, ¿Te animás a leerlo completo?:

El Señor es mi pastor, nada me falta;

en verdes pastos me hace descansar.

Junto a tranquilas aguas me conduce;

me infunde nuevas fuerzas.

Me guía por sendas de justicia

por amor a su nombre.

Aun si voy por valles tenebrosos,

no temo peligro alguno

porque tú estás a mi lado;

tu vara de pastor me reconforta.

Dispones ante mí un banquete

en presencia de mis enemigos.

Has ungido con perfume mi cabeza;

has llenado mi copa a rebosar.

La bondad y el amor me seguirán

todos los días de mi vida;

y en la casa del Señor

habitaré para siempre.

En ocasiones, las circunstancias de la vida, las decisiones de otros, o las consecuencias de las nuestras, nos hacen “sacar una hoja”. Las pruebas en forma de pérdidas y crisis son una realidad que experimentamos todas las personas. David, el autor del Salmo 23, descubre algo que está buenísimo: El Señor, el pastor que guía a sus ovejas a los mejores pastos y a los lugares de descanso, también va con ellas a través del valle tenebroso.

¿Por qué el personaje del Salmo 23, en su condición de oveja, se ve alentado por la vara y el cayado del pastor? Porque el pastor usa la vara y el cayado para proteger a sus ovejas, marcando el camino y ahuyentando a sus enemigos.

Pero hay algo más que es genial. Cuando camina, el pastor golpea su vara, marcando el ritmo de sus pasos, provocando un sonido que tranquiliza a las ovejas aunque ellas no puedan verlo. A veces no podemos ver a Dios en nuestras pruebas, pero podemos sentirlo de otras maneras desarrollando otros “sentidos espirituales”. Definitivamente no es algo placentero atravesar los valles difíciles de la vida, pero no está tan mal si nuestro pastor está con nosotros. Peor que tener que atravesar momentos malos, es atravesarlos en soledad y no lo estamos.

Por eso, cuando vengan las pruebas, no te aísles ni trates de escapar. Aférrate a lo que te prometió Dios en la Biblia. Rodéate de las personas que te van a sumar y creé fuerte que el valle tenebroso no será para siempre. No hay montaña que Dios no pueda mover ni herida que no pueda sanar. Y no hay dolor que Dios desperdicie, descubrirás que hay en vos más sabiduría, más profundidad y más fruto que los que tenías al principio.

Las crisis y las pérdidas no son imposibles de atravesar, su duración no es infinita y el paso por esas experiencias no es inútil si lo hacés con Dios.

Recordalo: no hay mejor manera de hacer tu camino que de la mano de Jesús, tu pastor, porque su bondad y su amor te seguirán para siempre.

¡Que Dios te bendiga!