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Jesús compartió muchas comidas con sus discípulos y la última cena que compartió con ellos antes de ir a la Cruz fue una muy especial, no solamente porque fue la última, sino porque compartieron la cena de Pascua.

La cena de Pascua se comparte para recordar cuando el pueblo de Dios fue liberado de la esclavitud en Egipto. El libro de Éxodo, nos cuenta la historia de cómo Moisés fue al Faraón para pedirle que liberase al pueblo de Dios. El Faraón no cedía, así que Dios envió una serie de plagas terribles. Hubo ranas, piojos, mosquitos, moscas, granizo, langostas, pero la peor de todas fue que el hijo primogénito de cada familia murió.

Para proteger a los israelitas de esta plaga, Dios les dijo que pintaran sus puertas con la sangre de un cordero para que el ángel de la muerte no entrara a sus casas. También tuvieron que preparar pan sin levadura para tenerlo listo para llevar cuando huyesen de Egipto.

En la cena de Pascua, el pueblo judío comparte el vino para representar la sangre con la que se pintó las puertas, y el pan sin levadura que representa cómo Dios proveyó para los israelitas cuando huyeron de Egipto. Cuando Jesús compartió la cena de Pascua la noche antes de ir a la Cruz, dio un nuevo significado a lo que representaba el vino y el pan.

Igual que se comparte la cena de Pascua para recordar cómo Dios salvó a su pueblo de la esclavitud en Egipto, nosotros compartimos el pan y el vino para recordar cómo Jesús nos salvó del pecado.