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Íntimos de Jesús

Después de caminar por estas veintiuna estaciones del alma, hemos recorrido un sendero que no solo nos habla de salvación, sino de amistad profunda con Dios. En cada devocional hemos visto que no todos los salvos son íntimos, pero todo íntimo vive como un salvo apasionado, rendido y transformado.

Hemos visto a los 70, a los 12, a los 3… pero sobre todo, hemos visto al uno que reposa en el pecho del Maestro. Y con cada reflexión, hemos sido atraídos hacia ese lugar donde no hay títulos, ni méritos, ni apariencias: la habitación secreta del Amado.

Este devocionario no fue escrito para los fuertes ni para los que tienen todas las respuestas. Fue escrito para los sedientos. Para los que no se conforman con un Jesús de domingo, ni con una experiencia pasada. Para los que anhelan la voz, la mirada, el toque, la amistad de Cristo. Para ti.

Si algo queda claro al cerrar esta jornada, es que Dios no solo salva… Él busca amigos. Busca quienes lo escuchen más que lo usen, quienes lo amen más que lo sirvan, quienes vivan con Él más allá del púlpito, de los templos, del ruido. Él te llama al secreto.

Hoy te invito a tomar una decisión profunda: ser de los que se quedan. Como María a sus pies. Como Juan junto a su pecho. Como Enoc, que caminó tanto con Dios… que un día se fue con Él.

Ser íntimo no es una posición, es una pasión. No es un rango, es una relación. No es un privilegio exclusivo, es una invitación abierta. Jesús sigue diciendo: Ya no los llamo siervos… ahora los llamo amigos. ¿Responderás?