Íntimos De JesúsMuestra

El abrazo que restaura

“Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó” (Lucas 15:20 RVR1960).

Reflexión: No fue un juicio, ni una exigencia, ni una reprimenda… fue un abrazo lo que el hijo pródigo recibió al volver. Aún con el olor del pecado, con la vergüenza en los ojos, y sin haber pronunciado aún su discurso de arrepentimiento, el Padre corrió. Qué imagen tan profunda de la intimidad restauradora con Dios.

Ese abrazo tiene un peso eterno: sana lo quebrado, perdona lo oscuro, cubre la vergüenza y resucita la dignidad. Así es el corazón del Padre para todo aquel que regresa. No solo nos espera… nos corre a abrazar. ¡Qué revelación de gracia!

En la intimidad, no tememos volver, porque ya conocemos Su abrazo. Y cuanto más cerca vivimos de Él, más entendemos que Su perdón no es ocasional, sino una fuente que nunca se seca. El que fue abrazado por el Padre no vuelve a ser el mismo nunca más.

Preguntas de Reflexión: ¿He experimentado el abrazo restaurador del Padre en mis momentos más oscuros? ¿Me cuesta volver a Él cuando fallo? ¿Por qué? ¿Qué mentiras debo desechar para correr sin miedo al Padre? ¿A quién necesito mostrarle ese mismo abrazo de gracia? ¿Cómo puedo ayudar a otros a regresar a los brazos del Padre?

Oración: Padre amoroso, gracias por correr hacia mí aun cuando yo me alejé. Gracias por abrazarme sin esperar que me limpiara primero. Hoy regreso, otra vez, a tus brazos… no como esclavo, sino como hijo. Restaura mi alma con tu amor, y enséñame a vivir abrazado a Ti. Amén.

Desafío Práctico:

Toma unos minutos para escribir una carta al Padre como si fueras el hijo pródigo regresando. Sé honesto. Luego, ora esa carta en un momento de intimidad con Él. Deja que Su abrazo te alcance en lo profundo.