30 Días en Los SalmosMuestra

Día 20: Salmo 93

El Salmo 93 es el primero en una serie de salmos conocidos como Adonai malak, “El Señor reina”. Es importante recordar que Israel cantaba estas canciones durante el exilio, cuando parecía que estaba completamente sometidos al dominio de los reyes de Babilonia. Es estratégico, entonces, que la primera declaración del reinado del Señor se haga en la tercera persona; tal vez estas palabras se proclamarán en medio de una audiencia babilónica como una contra-narrativa: “El Señor reina, revestido de esplendor; el Señor se ha revestido de grandeza y ha desplegado su poder. Ha establecido el mundo con firmeza; jamás caerá.” (v. 1, NVI). Después los adoradores se dirigen directamente a Dios: “Desde el principio se estableció tu trono, y tú desde siempre has existido” (v. 2).

El retrato del gran Rey se enmarca con referencias a su majestad, poder y esplendor. “El Señor reina, revestido de esplendor” (v. 1) y en su majestad es “más poderoso que el estruendo de las muchas aguas, más poderoso que los embates del mar” (v. 4). Oímos el fuerte eco del grito del Salmo 8: “Oh Señor, Soberano nuestro, ¡qué imponente es tu nombre en toda la tierra! ¡Has puesto tu gloria sobre los cielos!” Hay dos palabras hebreas distintas que se usan para “majestad” y “majestuoso” en estos versículos, pero ambas se refieren a algo que se levanta con fuerza y visibilidad, como el embate de las olas, los torrentes de agua o el humo que sube de un fuego ardiente. Aunque los incendios e inundaciones pueden destruir con su fuerza “majestuosa”, el trono majestuoso del Señor está firmemente establecido—sólido, seguro, inamovible. En la imaginación de Israel, las aguas incontrolables—inundaciones, ríos desbordados, la profundidad del mar—eran fuentes de ansiedad, lugares oscuros donde acechaban grandes peligros. Pero este salmo exalta al Señor como mucho más grande y fuerte que cualquier inundación; el rugir y el estruendo de las aguas se desvanecen ante la majestad del Dios de Israel. La memoria colectiva de Israel sobre la fidelidad de Dios incluye su rescate del su pueblo de las aguas profundas y amenazantes (las cruzadas seguras del Mar Rojo y el Río Jordán), así que su majestad gloriosa no es simplemente teoría para ellos sino una parte de su experiencia como pueblo.

Esta oración de alabanza hace un giro al final (v. 5). Mientras el pueblo de Dios permanece en pie en la presencia del Dios majestuoso, seguro en su reino firmemente establecido, ellos lo alaban por dos aspectos clave de su relación con él. Primero: Declaran que sus decretos son muy seguros, y por eso, dignos de confianza. ¡Lo que este gran Rey ha declarado ser verdad, ciertamente es verdad! ¡Lo que él le ha pedido a su pueblo seguramente es bueno y confiable! Segundo: Ellos reflexionan sobre la santidad que es la característica persistente del reinado de su Rey: “Tu reino, oh Señor, es santo por siempre y para siempre” (v. 5, NTV). ¡Un pueblo en relación con este Santo será un pueblo en busca de santidad!

¡Hoy es un buen día para declarar que el Señor es Rey y adorarlo en su santidad!