Nuestra defensa contra la preocupación

Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. (Filipenses 4:7 NVI)

Hoy en día vivimos en una sociedad llena de estrés. Podríamos escribir estas palabras en las lápidas de muchos estadounidenses: Apresurados, preocupados, enterrados. Estamos en constante movimiento, yendo de una cosa a otra, de una preocupación a otra. Podemos estresarnos tanto que estamos casi inmovilizados. A veces, la preocupación puede paralizar por completo la vida de una persona.

Pero como ha dicho mi amigo Max Lucado: “Tu ansiedad disminuye a medida que aumenta tu comprensión de tu Padre”. Ese es realmente el meollo del asunto.

El 24 de julio de 2008, mi esposa y yo escuchamos la noticia que ningún padre quiere escuchar. Descubrimos que nuestro hijo de repente nos había dejado para ir al Cielo. La ansiedad, el pánico, la preocupación y el miedo chocaron al mismo tiempo. Y mientras me doblaba bajo su peso, honestamente me pregunté si podría sobrevivir a algo así. Como pastor, a lo largo de los años había hablado con personas que habían perdido hijos, pero cuando me pasó a mí, honestamente me pregunté si podría manejarlo.

Pero Dios estaba allí para mí. Y una de las razones por las que he seguido predicando desde ese día es por eso, porque Dios estaba allí. Si el Señor no hubiera venido por mí ese día, habría dejado de predicar. Pero Él me ayudó.

No digo que haya sido fácil. Todavía extrañamos a nuestro hijo, por supuesto, y todavía sentimos un dolor profundo. Pero hemos encontrado la verdad de Filipenses 4:6–7: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias; y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (NKJV).

Aplica esta verdad y convierte tus preocupaciones en oraciones.

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