Caminando Juntos: Hombres Y Mujeres Construyendo en UnidadMuestra

CONSTRUYENDO JUNTOS EN MADUREZ

El cultivo y la construcción son dos excelentes (e inspiradas) metáforas que Pablo usa para ilustrar a la iglesia acerca de cómo se espera que funcionemos en unidad.

A cada cual el Espíritu da tareas, dones y funciones que, por tiempos concretos, deben acometerse.

Cada uno debe tener cuidado de cómo construye (como Ananías y Safira en el ámbito matrimonial y de iglesia también) porque el fundamento es puesto por Dios: Jesucristo lo hace en Su iglesia, y en el origen se han establecido los términos para la tarea de gobierno conjunto de hombres y mujeres sobre la creación.

Con el tiempo, la obra y construcción de cada cual serán puestos a prueba para ver cómo se construyó –por cierto, hombres y mujeres componemos la iglesia y juzgaremos al mundo, con lo que los diferentes ámbitos que mencionamos se funden claramente–.

Si se construyó bien, habrá recompensa. Si no, se será salvo, pero como por fuego, porque lo que se construyó no pasó esa dura prueba.

De nuevo, me recuerda a la parábola de los talentos, y a cómo se nos pedirán cuentas sobre nuestro contrato de mayordomía conjunto, porque el Señor vuelve y quiere ver un buen resultado, sea en talentos, en frutos o como edificio.

Somos templo de Dios cada uno, pero también como cuerpo conjuntamente. El matrimonio cristiano no escapa a esa metáfora, como tampoco hombres y mujeres fuera de ese espacio. No tenemos derecho a destruir, desde nuestras diferencias e incapacidad para cooperar, lo que el Señor quiere construir para seguir revelándose al mundo.

No deberíamos ser sabios según las normas de ninguna época (ni la presente ni otras anteriores). Todo es nuestro, nosotros de Cristo y Cristo de Dios, luego es Él mismo quien sigue avalando que funcionemos conforme al encargo que se nos encomendó:

Ni de Pablo ni de Apolos. Cristo como fundamento y quien construye su iglesia, en unidad con Padre y Espíritu.

¿Liderazgo masculino? ¿Femenino? Solo Dios capitanea y nos llama responsablemente a usar los talentos, distintos y maravillosos, que a todos y todas se nos pusieron en la mano.

No valen las excusas del tercer siervo. A cada uno (hombres y mujeres, cada cual diferente incluso dentro de su mismo género) se les dio distinto y conforme a su capacidad.

Nunca serán más de cinco panes y dos peces, pero movámoslo y que Él lo multiplique para cumplir su encargo juntos.