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Día 7: CONFLICTOS

El liderazgo es fácil… hasta que involucra personas. Si bien podemos tener visión, pasión, sabiduría y autoridad, nada de eso tendrá impacto si no sabemos relacionarnos con los demás. La influencia verdadera siempre es relacional. El Nuevo Testamento está lleno de conflictos entre líderes, discípulos, gobernantes y comunidades. Desde sus comienzos, la iglesia ha sido un espacio donde los conflictos deben ser gestionados con madurez.

Muchos líderes poseen gran inteligencia técnica o estratégica, pero poca inteligencia relacional. Y esto termina saboteando su influencia. Aquí es donde la jerarquía de necesidades de Abraham Maslow se convierte en una herramienta útil. Esta teoría identifica cinco niveles de necesidad humana: fisiológicas, seguridad, amor y pertenencia, autoestima y autorrealización. Todos los que nos rodean están en alguno de estos niveles, y comprenderlos es clave para liderar con sabiduría.

Pero no basta con entender las necesidades. También debemos reconocer y erradicar los hábitos que destruyen nuestras relaciones. Cosas como querer ganar siempre, criticar sin edificar, corregir en el momento inapropiado, hablar desde la ira o no saber pedir perdón, son venenos para la salud relacional. A todos nos ha pasado alguna vez, pero estamos a tiempo de corregir.

Todo líder enfrenta dos desafíos inevitables: el desacuerdo y las personas difíciles. El desacuerdo no es malo en sí mismo; lo malo es cómo lo manejamos. Si nadie a tu alrededor se anima a contradecirte, quizá haya miedo. Y si tú reaccionas mal ante el desacuerdo, quizás sea orgullo. Proverbios 15:1 nos recuerda que una respuesta amable tiene poder para calmar.

El liderazgo también exige discernimiento para distinguir entre convicciones y preferencias. No todas las discusiones son por cosas esenciales; muchas veces son por estilos, métodos o gustos. La madurez se demuestra al saber diferenciar y actuar en consecuencia.

Evitar el conflicto no es liderazgo, es cobardía. Un buen líder sabe cuándo confrontar con amor y cuándo dejar pasar. Ser amables no es complacer a todos. Ser líderes de influencia no es buscar popularidad. Es tener el valor de tratar a cada persona con dignidad, incluso cuando hay tensión. Porque al final, lo que marcará nuestra influencia no es solo lo que logramos, sino cómo hicimos sentir a quienes caminaron con nosotros.

Aplicación práctica: Examina tu última conversación tensa. ¿Reaccionaste con sabiduría? ¿Puedes pedir perdón o mejorar tu forma de tratar al otro?