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Libérame de las prisiones mentales: Egoísmo Le digo esto: no hay duda de que reconozco el egoísmo en otras personas con mucha más rapidez de lo que la admito en mí mismo, aunque eso no debe sorprender a nadie. ¿Qué es el pecado sino pensar solo en YoYoYo? Todos nacemos con una enfermedad cerebral y espiritual que hace que me interese intensamente por mi comodidad, mi placer, mis deseos, mis planes, mis sentimientos, mis apetitos. “Nada hagáis por rivalidad o por vanidad; antes bien, con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo. No busquéis vuestro propio provecho, sino el de los demás” (Filipenses 2:3,4). Esas palabras me condenan. ¡Estoy muy lejos de haberlas cumplido! Mi ego me ha impedido cumplir mi llamamiento de siervo que trabaja para su Amo. Pero mi Amo no me desprecia, no me castiga, ni se deshace de mí. Pacientemente me perdona, me restablece, y me llama constantemente a un servicio desinteresado. Renovado por su evangelio de amor y estimulado por su ejemplo personal, soy inspirado a hallar satisfacción en exaltar a las personas que me rodean. ¿Le parece que son castillos en el aire? Quizás. Pero estoy aquí para decirle que los momentos en los que soy más feliz en la vida no son aquellos en los que estoy consiguiendo cosas, ni dándoles órdenes a otros. He encontrado que soy más feliz cuando actúo como Jesús, dedicándome al bien de otra persona.