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Dios Con NosotrosSample

Dios Con Nosotros

DAY 2 OF 3

Cuando toco fondo

“Con mi voz clamaré a Jehová; con mi voz pediré a Jehová misericordia. Delante de él expondré mi queja; delante de él manifestaré mi angustia” (Salmos 142:1-2)

David escribe este salmo desde la que se conoce como la cueva de Adulam, situada en la región de Sefelá, una zona de colinas bajas entre las montañas de Judá y la llanura filistea. Huye de Saúl, quien no solo es su rey, sino también su suegro. Se destierra a sí mismo para salvar su vida; se aleja de todo y de todos. Aquellas promesas recibidas y todos los éxitos del pasado parecen episodios de otra vida que jamás volverá. Desde allí eleva una oración que revela la profunda tristeza que lo embargaba. Había tocado fondo, y lo sabía muy bien.

Ora con visceralidad; no se anda con rodeos delante de Dios. Habla del acecho que sufrió por parte de algunos, y se compara con un ave vulnerable emboscada por cazadores (Salmo 142:3b). Está experimentando el abandono en formas que nunca había sufrido. Sus palabras destilan angustia, y la honestidad con la que ora lo humaniza en medio de tantos buhoneros del triunfalismo: “No hay quien me quiera conocer; No tengo refugio, ni hay quien cuide de mi vida” (Salmo 142:4b).

En la húmeda cueva, en el olvido más extremo, muy lejos de los cánticos que celebraban sus proezas militares, le queda lo más importante: tiene al Señor.
Así que hace lo que cualquiera, en una situación semejante, debería hacer por encima de cualquier otra cosa: buscar a Dios, orar hasta derramarse por completo delante de su Señor. Suplica a Dios que atienda su ruego; lo invoca reconociendo el punzante dolor que lo aqueja: “Escucha mi clamor, porque estoy muy afligido” (Salmo 142:6). La oración de David concluye con una última petición y una declaración de esperanza: “Saca mi alma de la cárcel, para que alabe tu nombre; me rodearán los justos, porque tú me serás propicio” (Salmo 142:7).

El salmista se siente prisionero de sus circunstancias y proclama que solo el Señor puede cambiar su pesarosa realidad. Tiene la confianza de que así ocurrirá y que su soledad será reemplazada por la compañía de los justos. Espera recibir en cualquier momento la manifestación del favor de Dios, ese que hace que lo imposible se vuelva posible. La historia de David confirma que su oración fue escuchada: Dios lo revindicó y lo llevó de la cueva al trono, en un proceso paulatino de exaltación.

Este salmo encierra un mensaje pedagógico para todos nosotros: la aflicción va a llegar. En algún momento tocaremos fondo, nos quedaremos solos, nos sentiremos atrapados en una mazmorra de soledad y desasosiego. Sin embargo, Dios no nos deja. Podemos orar por alivio y creer, desde la más espesa oscuridad, que la luz de su favor resplandecerá en cualquier momento. Porque Dios exalta a los humildes, y cuando fuere tiempo, todo pasará, y nuestra historia servirá para contar al mundo el poder de Dios y su infinita bondad.

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Dios Con Nosotros

La vida, no importa lo que hagamos, estará llena de dificultades, pruebas, penurias, desasosiegos y tribulaciones. Llegará en algún momento el dolor en sus múltiples formas, no hay intocables. ¿Qué esperanza tenemos entonces para tiempos así? La única y firme confianza que podemos atesorar es confiar en las promesas de que Jesús el Señor estará siempre con nosotros. Esa es nuestra inamovible certeza vigorizante e invariable. Dios con nosotros, amén.

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