Descubriendo el propósito de mi vidaSample

Conocer a Cristo es la base del propósito

Uno de los mayores descubrimientos en la vida cristiana es entender que el propósito no se trata primero de hacer, sino de conocer. El apóstol Pablo lo expresó con profunda claridad: “Estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor” (Filipenses 3:8 RVR1960).

Antes de conocer a Cristo, Pablo era un hombre exitoso según los estándares humanos. Tenía prestigio, educación y reconocimiento religioso. Sin embargo, después de su encuentro con Jesús, todo lo que antes consideraba ganancia lo vio como basura. ¿Por qué? Porque entendió que sin Cristo, cualquier logro pierde sentido.

El verdadero propósito no se encuentra en los logros, los títulos o la reputación, sino en una relación viva con Cristo. No se trata solo de conocer acerca de Él, sino de conocerle personalmente. Ese conocimiento transforma nuestra identidad, nuestras prioridades y nuestra manera de vivir.

Jesús lo confirmó en Juan 17:3 (RVR1960): “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.” La vida eterna no empieza cuando morimos, sino cuando conocemos realmente a Cristo. Él no vino a ofrecernos solo salvación futura, sino comunión presente.

Cuando Cristo es el centro de nuestra vida, todo lo demás se ordena. En cambio, cuando lo desplazamos, todo se distorsiona. Podemos estar muy ocupados sirviendo, trabajando o planificando, pero si no cultivamos una relación diaria con Jesús, terminamos vacíos. Él mismo lo dijo: “Separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5 RVR1960).

Conocer a Cristo también nos libera de la necesidad de autoafirmación. En una cultura que nos dice que debemos “encontrarnos a nosotros mismos” o “seguir nuestros sueños”, Jesús nos invita a negarnos a nosotros mismos para seguirle (Marcos 8:34 RVR1960). Paradójicamente, solo cuando morimos a nuestro ego encontramos nuestro verdadero propósito.

Este conocimiento de Cristo no es estático; crece día a día. Se profundiza a través de la oración, la lectura de la Palabra, la obediencia y la adoración. Cada encuentro con Él revela algo nuevo de su carácter y de nuestro llamado. Cuanto más conocemos a Cristo, más comprendemos qué significa vivir para Él.

Conocer a Cristo también cambia nuestra escala de valores. Pablo lo dijo con firmeza: “Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo.” (Filipenses 3:8 RVR1960). Esto no significa despreciar la vida o los logros, sino entender que todo lo demás es secundario comparado con la excelencia de su presencia. Lo que parecía importante —el éxito, la fama, la comodidad— pierde su brillo cuando descubrimos el incomparable tesoro de tener a Jesús.

Finalmente, conocer a Cristo nos prepara para servir con el corazón correcto. Muchos sirven buscando reconocimiento, pero quien conoce verdaderamente a Cristo sirve por amor. Su motivación no es ser visto, sino glorificar al Amigo que dio su vida por él.

Pregúntate hoy: ¿Estoy construyendo mi propósito sobre lo que hago o sobre mi relación con Cristo? Dedica tiempo a profundizar en esa relación. Habla con Él, lee su Palabra, adóralo, escúchalo. Antes de planificar lo que harás, pregúntate: “¿Cómo puedo conocer más a Jesús hoy?”. Recuerda: el propósito no se descubre lejos de Cristo, sino en su presencia.

Oración final:
Señor Jesús, gracias porque me recuerdas que mi propósito no está en mis logros, sino en conocerte. Perdóname por las veces que te he buscado solo por lo que puedes darme, y no por quién eres. Te entrego mis metas y mis sueños. Que cada día mi deseo más grande sea conocerte más, amarte más y reflejarte mejor. En tu nombre, amén.