Bendecidos para bendecirSample

La primera razón aludida por el apóstol Pablo para inspirar a los creyentes corintios a participar de la “obra de gracia” fue el ejemplo de los hermanos macedonios quienes insistieron en “tener el privilegio de participar en la ofrenda…”, 2ª Corintios 8:4 (NTV). La segunda razón aludida fue el ejemplo de Cristo (2ª Corintios 8:9) quien se ofrendó a sí mismo por toda la humanidad. La forma más elevada de dar es aquella que contiene la vida del ofrendante y Jesucristo es nuestro máximo ejemplo. Con semejante acto de generosidad, ¿cómo no ser generosos? Si Cristo se privó de tantas cosas en beneficio nuestro, ¿no deberíamos nosotros ‘negarnos a nosotros mismos’ por el bien de su obra? ¡Dios nos da el privilegio y la oportunidad para apoyar su obra y para eso nos prospera! No es pecado ser rico, las riquezas no son inmundas. Zaqueo era “muy rico” (Lucas 19:2, NTV) y Jesús dijo que la salvación había llegado a su casa “por cuanto él era hijo de Abraham”, Lucas 19:9. José de Arimatea era “varón bueno y justo” (Lucas 23:50) y también “rico”, Mateo 27:57. El problema no son las riquezas sino cómo las usamos. Y la Biblia señala el camino correcto de nuestros recursos: “Que empleen el dinero en hacer el bien, que se enriquezcan en buenas obras y que compartan lo que Dios les ha dado con los que están en necesidad. De esta forma estarán acumulando en el cielo un verdadero tesoro para sí mismos. ¡Es la única inversión eternamente segura!...”, 1ª Timoteo 6:18-19 (NT-BAD). Dios nos da capacidad productiva con el propósito de invertir y promover su reino: “… Dios… te da el poder para producir riquezas… a fin de confirmar su pacto…”, Deuteronomio 8:18 (NVI, RV60); 1º Samuel 2:7. La provisión divina es para los que tienen visión de reino. Dinero sin propósito eterno no viene de Dios. Jesús prometió “cien veces más” (Mateo 19:29) pero solo para aquellos que se siembran en Su reino. La finalidad de la prosperidad es glorificar a Dios. ¡Somos prosperados para bendecir!
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El problema no son las riquezas sino cómo las usamos. Dios nos da capacidad productiva con el propósito de invertir y promover su reino
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