Liberándote de la PornografíaSample

¡La batalla continúa! Ya tienes tu carta y muy buenas razones para continuar. Si te sientes fuerte para enfrentarte a esto… ¡aprovéchalo! Hoy quiero invitarte a hacer algo fundamental. Es muy probable que esta batalla sea algo que llevas en secreto, especialmente si eres una chica. Puede que sea para ti motivo de vergüenza y algo que nadie sabe. Esto no es bueno. Lo primero que quiere el demonio que hagamos cuando nos pasa algo malo es que nadie lo sepa. Cuando pensamos en contarlo nos vienen ideas del estilo: “no es tan importante, a nadie le importa, qué van a pensar de ti si se enteran, y si se lo cuentan a los demás, mejor que no lo sepa nadie” … ¡Esto es un error! Es bueno y necesario dar luz. Además, la autoayuda es un fracaso. Dios nos quiere en una comunidad y con amigos para que nos apoyemos y crezcamos juntos. ¡Necesitas encontrar a alguien que te apoye! Un ancla, una persona a la que le puedas contar tus luchas, celebrar tus éxitos y compartir los fracasos. Alguien que te escuche y a quien le debes rendir cuentas. Esta persona es necesaria para que puedas vencer la adicción a la pornografía. ¿Quién te puede ayudar? ¿A quién le puedes compartir sobre esto? Quizá un pastor, un sacerdote, un mentor o consejero, un acompañante… Pero también un buen amigo que entienda el problema. O alguien que haya pasado por lo mismo. Pídele al Espíritu Santo ahora que te dé luz para saber en quién quiere Él que confíes. Una vez que tengas a esa persona en mente, concreta cuándo vas a hablar con ella. Llámala o escríbele ahora mismo para quedar, dile que tienes algo que contarle. Y cuando estéis juntos, explícale tu situación, que estás luchando y que quieres compartir con ella el proceso. Podréis hablar cada 15 días o una vez al mes. También cada vez que tengas una caída o cuando sientas que es el momento. Si quieres ir a otro nivel, comparte esto con otros amigos que estén pasando por lo mismo. Quizá podríais iniciar un grupo donde os apoyéis unos a otros para salir de esta adicción. Podéis quedar para cenar una vez al mes y tener un momento de compartir cómo estáis, éxitos y fracasos, animaros, recordaros para qué lo hacéis y orar al Señor. Porque donde dos o tres están reunidos en su nombre ahí está Él en medio. Para terminar, me encantaría que te empapes del texto del paralítico al que sus amigos llevan a Jesús. Dios no nos quiere solos, ha creado la Iglesia para algo. Sumérgete en el texto sintiéndote tú el paralítico al que sus amigos o un buen amigo carga y siente como Jesús te dice esas palabras a ti.