Una vida de intimidad con DiosSample

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Angie era una niña de siete años. Su hermanito Andrés estaba muy enfermo, necesitaba una cirugía y su familia no tenía dinero. Sus padres estaban gestionando un préstamo. Un día escuchó que su padre, con los ojos llenos de lágrimas dijo: “Solo un milagro puede salvarlo”.
Angie fue a su habitación, sacó un frasco con monedas, vació todo su contenido en el suelo y lo contó cuidadosamente. Lo hizo una segunda vez. Luego colocó las monedas en el frasco, lo tapó y salió por la puerta trasera. Caminó dos cuadras hasta la farmacia. Esperó su turno, pero nadie la atendía. El farmacéutico parecía muy ocupado. Se aclaró la garganta y tosió varias veces. Nada. Finalmente, sacó una moneda del frasco y golpeó el mostrador. “¿Qué deseas?”, le preguntó el farmacéutico y sin esperar respuesta agregó: “Estoy hablando con mi hermano que acaba de llegar de Chicago y no lo he visto en años”. “Bueno, yo quiero hablarle acerca de mi hermano”, le contestó Angie. “Está muy enfermo y quiero comprar un milagro”. “¿Qué dices?”, preguntó el farmacéutico. Angie respondió: “Su nombre es Andrés y tiene algo dentro de la cabeza. Mi padre dice que solo un milagro lo puede salvar. Así que, ¿cuánto cuesta un milagro?”. “Aquí no vendemos milagros, pequeña. Lo siento pero no te puedo ayudar”, le contestó el farmacéutico; ahora en un tono más dulce. “Mire, yo tengo el dinero para pagarlo. Si no es suficiente, conseguiré el resto. Solo dígame cuánto cuesta”. El hermano del farmacéutico, al escuchar el relato de la niña, le preguntó: “¿Qué clase de milagro necesita tu hermanito?”. “No lo sé”, contestó con los ojos llenos de lágrimas. Solo sé que está muy enfermo y mi mami dice que necesita una operación. Pero mi papá no puede pagarla, así que yo quiero usar mi dinero”. “¿Cuánto dinero tienes?”, le preguntó el hombre de Chicago. “Un dólar con once centavos”, contestó Angie en voz baja. El señor sonriendo, expresó: “¡Un dólar con once centavos!, justo el precio de un milagro para hermanos menores”. Tomó el dinero en una mano y, extendiendo la otra, le dijo: “Llévame a tu casa. Quiero ver a tu hermano y conocer a tus padres. Veamos si tengo el milagro que necesitas”. Ese hombre era el Dr. Carlton Armtrong, un neurocirujano muy reconocido. La cirugía se efectuó sin cargos y, en poco tiempo, Andrés estaba en su hogar. Los padres de Angie hablaban de las circunstancias que llevaron a este doctor hasta su puerta. “Esta cirugía”, dijo su madre, “fue un verdadero milagro. Me pregunto cuánto habría costado”. Angie sonrió. El doctor sabía exactamente cuánto había costado: un dólar con once centavos, más la fe de una pequeña niña.
Cierra tus ojos y reflexiona por un instante en esta preciosa historia. A continuación eleva tu oración. Agrégale toda tu fe a tus oraciones. Dios es bondadoso y tiene el poder de conceder aquello que tu alma anhela. ¡Eleva tus expectativas! ¡Vivifica tu fe!
Scripture
About this Plan

Cada día es una oportunidad para experimentar la presencia del Señor. Dios mismo es quien te extiende la dulce invitación para el encuentro santo: "Mi corazón te ha oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, SEÑOR»" (Salmo 27:8).
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