[Rut] Regresa a la relación de pactoSample

Perdidos y encontrados ¿Te has perdido, o has perdido algo valioso para ti? ¿Has tenido la experiencia de ser encontrado? El libro de Rut es una narración en la que la historia se desarrolla a través de las acciones de los personajes principales. En Rut, los personajes principales son Noemí, Rut y Booz; y el énfasis de la historia está puesto sobre lo que le ocurre a Noemí, que es un símbolo de la nación de Israel en aquella época. Mucha gente vive en el ciclo de rechazar a Dios, meterse en problemas, clamar a Dios, arrepentirse, volver a Él, ser liberado y prosperar, sólo para volver a empezar. A través de esta historia, vemos que la relación de la nación de Israel con Dios se inclina hacia las bendiciones en lugar de hacia el Benefactor. Continuamente toman decisiones basadas en su astucia en lugar de confiar en las promesas infalibles de Dios. ¿Podemos identificarnos con esto de alguna manera? Es interesante observar que se trata de una condición perenne por la que algunos, si no la mayoría de nosotros, seguimos pasando. La historia de la nación de Israel es similar a nuestro camino con Dios en muchos aspectos. En el libro de Rut, Noemí y Rut vivían en la época de los jueces, cuando cada uno hacía mayoritariamente lo que le parecía correcto (Jueces 17:6). La gente repetía el ciclo que acabamos de describir, pero a nivel nacional. Noemí, cuyo nombre significa «Agradable», era una muchacha judía que se casó y formó una familia en Belén, una ciudad cuyo nombre significa «La casa del pan». Hubo una hambruna, y ella y su marido Elimelec («Mi Dios es el Rey»), junto con sus dos hijos, abandonaron Belén y se fueron al país pagano de Moab (nombre que significa «Lavadero» o «Basurero»). Curiosamente, ambos parecen haber sustituido la casa de pan de Dios por un basurero. Pasaron los años y Elimelec murió. Entonces, los hijos de Noemí tomaron esposas moabitas: Orfa y Rut. Lo hicieron a pesar de que el pueblo de Israel no debía tener ningún tipo de relación con el pueblo de Moab. Dios había establecido una relación especial con el pueblo de Israel y le había hecho promesas especiales. Esta relación, similar a un matrimonio, se llama pacto. A través de él, Dios había prometido a los israelitas que lo representarían, que tendrían tierra, descendientes y bendiciones para siempre, y que Él viviría entre ellos. Pero, como en cualquier tipo de pacto, los israelitas también tenían una parte que cumplir: permanecer fieles a Él. Al abandonar la tierra de Israel, ir a Moab, casarse con sus mujeres y dejar que la cultura de esta nación idólatra impregnara sus vidas, esta familia había dado la espalda al Señor. Cuando los hijos de Noemí murieron, ella se quedó con las manos vacías, con dos nueras a quienes cuidar en un país extranjero. Al igual que Noemí, a veces podemos sentir que nos han abandonado a nuestra suerte. Sin embargo, debemos comprender que Dios está en los límites de su propiedad, mirando el horizonte, con la esperanza de que algún día volvamos a casa. Cuando nos damos cuenta de que hemos abandonado al Señor y decidimos volver a Él, Él puede restaurarnos y devolvernos a un estado mejor que antes de irnos. Incluso si nos perdemos, ya sea por nuestra propia culpa o por las circunstancias, la gracia de Dios nos proporciona un camino para ser encontrados y restaurados a donde necesitamos estar. Cuando volvemos al Señor, cambiamos lo que hemos perdido por ser encontrados. Ese es el día más reconfortante de nuestra vida. ¿Qué has perdido? ¿Te han encontrado? La deuda ha sido pagada. El mal ha sido perdonado. Tu Padre te ama. Por favor, vuelve a casa.