Mentalidad de la Humildad (Parte 2)

Por Danny Saavedra

“Y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.”—Filipenses 2:8 (RVR 1960)

¿Sabes cuál era la muerte más vergonzosa y abominable en los días de Jesús? La crucifixión. Era el tipo de muerte que se reservaba solo para el peor tipo de gente; los que fueron maldecidos. En Gálatas 3:13 (NTV), vemos esto claramente explicado: “maldito todo el que es colgado en un madero”.

Pero Jesús, Dios en la carne, el maravilloso Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, y Príncipe de Paz, se humilló a sí mismo. Y no sólo tomando la forma de hombre o llegando a la escena como un pobre carpintero de Nazaret . . . Él permitió ser arrestado, golpeado, escupido, insultado, burlado, y azotado. Tenía una corona de espinas en su cabeza, fue clavado en una cruz reservada para los criminales, y murió la muerte más vil y maldita. Tomó sobre sí mismo la debilidad y la maldad de la humanidad, y obedientemente llevó a cabo la voluntad y el plan del Padre.

Según el teólogo Dr. James Mac Knight, “el razonamiento de este pasaje es hermoso. El Hijo de Dios no siguió ocupando orgullosamente su alta posición, sino que descendió de ella por un tiempo, y se puso en la posición más baja entre los hombres, sirviendo a todos con la humildad y la diligencia de un siervo, un esclavo, como lo es su significado en la palabra griega “doulos”. Entonces, en obediencia a Su Padre (Juan 6:38), Él terminó Sus servicios sufriendo la muerte dolorosa y vergonzosa de la cruz como un criminal, para la salvación del mundo”.

"Teniendo este gran ejemplo de humildad y bondad delante de ellos, demostrado por su Maestro y sus discípulos, que están por encima de sus hermanos en posición de autoridad, ¿entonces no deberían comportarse como sus superiores? Pero en lugar de esto, dejaron de lado su dignidad, y dieron un buen ejemplo a sus inferiores, haciendo actos de bondad y de humanidad que se requerían”.

El ejemplo de Jesús nos muestra con tal claridad que nadie debe considerarse a sí mismo por encima de cualquier persona o cualquier obra. Ningún trabajo está por debajo si es guiado por el Espíritu y ninguna persona está por debajo de nosotros. De hecho, debemos hacer todo lo posible para poner a los otros primero y dejar a un lado nuestro orgullo para hacer la voluntad y propósitos del Señor.