El poder de la resurrecciónSample

## El espejo de la justicia de Dios No debemos querer reflejarnos ni medirnos en el espejo de nuestra propia justicia. Debemos anhelar reflejarnos en el espejo de la justicia de Dios, para que de esta manera él y nosotros mismos podamos vernos de la manera correcta. En la palabra de Dios en Filipenses 3:9 dice: «y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe». Debemos ser justificados por la ley de Dios para, de esta manera, ser hallados justos delante de él. Esta justicia viene por la fe, en Romanos 1:17 dice: «Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe». En este espejo no verás reflejada tu propia justicia ni serás medido por aquello que hiciste. En este espejo (la justicia de Dios) se verá lo que hizo Cristo Jesús como hombre, obra, vida, mente, perfección y lo que vivió. Él dijo, «nadie me culpa de pecado». Jesús murió en la cruz y nadie pudo comprobar nada, fue un hombre perfecto que cumplió la ley de Dios. En Mateo 5:17 dice: «No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir». Jesús cumplió la ley de Dios. Jesús de Nazaret es el único que ha caminado en esta tierra cumpliendo los mandamientos y lo que la ley demandaba. Cuando te ves en ese espejo no se verá reflejado lo que eres, ¡gracias a Dios! En ese espejo verás reflejado a Cristo, su mente y obras. Allí podrás verte con su vestidura, justicia, perfección y con las medidas de su carácter. Dios en ese espejo no te ve a ti sino a Cristo. Cuando nos presentamos ante ese espejo tenemos una seguridad absoluta y plena de que no seremos aceptados delante de Dios por ser buenos. Al vernos reflejados en ese espejo nos paramos delante de Dios con la certeza de ser aceptados, porque él no verá nuestras obras sino la obra perfecta, no ve mi obediencia sino la de Jesús. Por ese motivo Dios me ve perfecto porque no está viéndome a mí, sino a su Hijo. Reflexionemos ¿Se te ha revelado el evangelio de justicia? ¿Qué justicia prefieres, la tuya o la de Cristo?