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El antivirus

DAY 2 OF 3

Una buena motivación destruye virus Estaba leyendo en estos días una de las tantas historias que nos relatan los evangelios acerca de Jesús, de su vida, de su ministerio. Y me detuve en la vez que Jesús se encuentra con el endemoniado gadareno. ¿Recuerdas esa historia? En realidad no quiero escribir precisamente sobre esa historia, sino sobre algunas horas antes de que Jesús se encontrara con ese perturbado muchacho. Nos cuenta la Biblia que Jesús y sus compañeros de ministerio llevaban varios días de mucha actividad. De pronto algo llamó la atención del Maestro, y mirando al mar de Galilea señaló la lejana costa de Gadara, como a 20 kilómetros, y dijo: «Crucemos al otro lado». «Señor», dijo alguien en el grupo, «es la hora en que llegan los vientos repentinos y es peligroso que una docena de hombres salgamos en un bote remando durante tantos kilómetros.» Pero nadie prestó atención, el maestro seguía con la mirada en el horizonte diciendo: «Vamos.» Y allá fueron. Cuenta la Biblia que Jesús, totalmente agotado, en cuanto zarparon se durmió sobre las tablas de la frágil embarcación, y según previsto, la calma duró poco. Como pocas veces antes aquellos hombres vieron aterrados cómo las aguas en la distancia comenzaban a intranquilizarse. Parecía como si millares de pequeños peces se arremolinaran en la superficie creando un torbellino de pequeñas olas que se golpeaban entre sí. Era el viento norte que ya llegaba como un fantasma que cruzaba dos o tres veces al día en esa extraña zona del mundo, más de 200 metros debajo del nivel medio del mar. Nos cuenta Marcos, en el evangelio que lleva su nombre, que era tan fuerte la tormenta que la barca se llenaba de agua. «¡Maestro! ¡Maestro! ¡Nos vamos a ahogar!», gritaron, despertando a Jesús, quien al notar el miedo de su gente reprendió a la tormenta y la calma regresó en un par de segundos. Nadie podía siquiera decir una palabra, todos estaban sorprendidos y aterrados. Incluso tenían más miedo ahora, por esa calma «incomprendida», que antes por la tormenta. Allí, completamente empapados, miraban el mar en calma, buscaban el viento que los había zarandeado hacía apenas un instante, y temblaban sin saber por qué. Hoy también Jesús te dice: «Crucemos al otro lado». Hay un destino esperando por ti, hay un futuro, hay algo que debes hacer. Dios nos dice a través del profeta Jeremías en el capítulo 29:11: «Pues Yo sé los planes que tengo para ustedes —dice el Señor—. Son planes para lo bueno y no para lo malo, para darles un futuro y una esperanza.» «Crucemos al otro lado». Dios conoce los «vientos repentinos» y las tormentas; Él sabe que las cosas no siempre serán fáciles. Pero no te dice: «Cruza al otro lado solo». Te dice: «Crucemos». Jesús sube contigo a la barca, Jesús te coge de la mano y te lleva. Y esta y solo esta, mi querido hermano, es la diferencia radical. Hay muchas «religiones», movimientos e ideas en el mundo, muchos líderes motivacionales dando conferencias. La web está repleta de buenas ideas, pero ¡nadie se sube a la barca contigo! Solo Dios te dice hoy, a través del profeta Isaías: «No tengas miedo, porque Yo estoy contigo; no te desalientes, porque Yo soy tu Dios. Te daré fuerzas y te ayudaré; te sostendré con mi mano derecha victoriosa.» Estamos en una situación extremadamente difícil. Un pequeño virus nos está mostrando lo que es ser un verdadero «influencer». Sin Instagram, ni Facebook, ni videos en YouTube, ni órdenes ejecutivas, ni amenazas previas cerró las fábricas, detuvo el campo, apagó las luces de los estadios, de los conciertos, y cerró con llave las puertas de los templos de todo el mundo. Terminó en pocas horas con los atascos de todas las autopistas del planeta, detuvo la pesca indiscriminada y la contaminación de los mares. Contuvo las marchas de protestas, resignó posturas políticas y nos obligó a pensar y a cuidar lo verdaderamente importante, la vida humana por sobre todas las cosas. Quizás debamos pasar varios días encerrados, en la barca, pero Dios está contigo, y cada vez que se levante una tormenta Él la calmará, y te sostendrá y llegarás a la otra orilla. Te dice: «No tengas miedo, porque Yo estoy contigo.» Pero hay algo más que quiero compartir contigo: cuando leemos el pasaje de Marcos capítulo 4 hay unas palabras a las que tal vez nunca les hemos dado la importancia debida. Dice la Biblia: «Y otras barcas siguieron a la de Jesús y sus discípulos.» Sí, en la historia había «otras» barcas, y en ellas no estaba Jesús. Hay familias alrededor de tu casa que están atravesando el mismo lago, la misma tormenta. Pero Jesús no está con ellos. Llámalos, avísales, diles que el Maestro está listo para subirse también con ellos y calmar todas las tormentas. Avísales rápido, llámalos por teléfono ya mismo, porque pueden hundirse en cualquier momento. Aprovecha este tiempo, tranquilízate porque Dios está al control, y ayuda a otros. Esta puede ser una gran oportunidad de ayudar, de bendecir, de animar, de predicar. Carlos Barbieri
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Un virus miles de veces más pequeño que la cabeza de un alfiler nos está enseñando a valorar la familia, a recuperar ese abrazo seguro entre padres, hijos y hermanos que hace tiempo venimos ignorando. Nos está enseñando ...

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