Panorama de la oración: Pablo a los tesalonicenses, parte 3Sample

La santidad en el reinado de Dios
En la oración y santidad del creyente, es muy importante el llamado al reinado de Dios. Las Escrituras, constantemente señalan el reinado de Dios, aun cuando no se usa dicho término como tal. Dicho «reinado», tiene que ver con la autoridad providencial del soberano Dios, su gobierno caritativo, su amoroso cuidado, su firme propósito, y su perfecta preocupación por la justicia. El llamado al reinado, por lo tanto, tiene que ver con varios tópicos, entre ellos, fidelidad incondicional y lealtad total, sobre cualquier otra cosa.
Más que un Dios que exige fidelidad y lealtad, es Aquel que nos prometió y heredó su reino en toda plenitud. Él es el Dios que prometió y cumplió nuestro «Shalom», el que tiene medicina sanadora para nuestro cuerpo, nuestra alma, para nuestra tierra, y para todas las criaturas del mundo. «Por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz».
El llamado del reino, abarca principios, virtudes, y ética, muy propias y característica del reino de Dios. Es un llamado a la iglesia, como cuerpo de Cristo, para que «viva» y «exprese» el significado del reinado de Dios dentro de sus contextos socioculturales. Es un llamado, sobre todo a ser fieles y leales al reino; sobre todo fieles al rey y su propósito, por tanto, es menester considerar todas las demás identidades y lealtades, como secundarias.
Jesús fue explícito, en que el llamado al reino, es un llamado a la justicia del reinado de Dios. El reino, por tanto, nos llama a la justicia integral y social; la justicia en la familia y el vecindario; en las naciones y entre ellas; y por último, en todas las familias de la tierra. Es un llamado particularmente a los pobres y oprimidos de la tierra, porque Jesús mismo dijo: «El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres».
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Este es el tercero y último devocional, de un estudio sistemático de la oración apostólica, de la segunda carta a los tesalonicenses. El autor enseña, como los llamados de Dios pueden parecer exigentes, pero en realidad son el aliento del Espíritu a nuestras vidas. Dichos llamados nos demandan fidelidad, ministerio, amor y gozo. Por tanto, debemos situarnos en la corriente de Dios; y ser sensibles y entendidos a la iluminación que el Espíritu trae. La iglesia debe ser dirigida por el Espíritu, para que pueda propagar su testimonio al mundo, en el nombre de Cristo y en el poder del Espíritu
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