Mi Dios OyeSample

La respuesta del Padre es herencia de los hijos
La Escritura, nos presenta a Dios como un Padre amante que nos llama para que conversemos con Él, porque quiere compartir el gozo que tiene. La oración es nuestra forma de entrar en la felicidad de Dios mismo, al participar de sus planes y propósito eterno. Todo creyente que permanece en Cristo, y en quien permanecen las palabras de Cristo, es un «bendecido con toda bendición» en quien hay una predominancia de gracia, que origina en él una voluntad renovada, que es conforme a la voluntad de Dios.
Los instintos celestiales de ese hombre lo guían correctamente; la gracia que está en su ser interior, derriba todas las sórdidas concupiscencias y los deseos impuros, y su voluntad es la sombra real de la voluntad de Dios. La vida espiritual domina en él, de tal forma que sus aspiraciones son las correctas: santas, celestiales, y a semejanza de Dios. Él ha sido hecho partícipe de la naturaleza divina; y así como un hijo es semejante a su padre, ahora en deseo y voluntad, es uno con Dios. Como el eco responde a la voz, así el corazón regenerado hace eco a la mente del Señor.
Es obvio entender, que el Dios santo no puede tomar a un hombre común de la calle y decirle: «Yo te voy a dar lo que quieras». ¿Te imaginas lo qué pediría ese hombre? Pediría embriagarse, o permiso para disfrutar sus deseos perversos. Sería muy inseguro confiar a los hombres no redimidos este permiso. Pero cuando el Señor ha tomado a un hombre y lo ha hecho nuevo, lo ha revivido a una nueva vida, y lo ha formado en la imagen de su amado Hijo, ¡entonces puede confiar en ese hombre!
Constantemente nuestra ansiedad llega a la tensión, para delinear nuevos métodos, nuevos planes, nuevas organizaciones para el avance de la iglesia y para la propagación eficaz del evangelio. Esta tendencia nos hace perder de vista al hombre, diluyéndolo en el plan u organización. El designio de Dios, en cambio, consiste en usar al hombre, obtener de él más que de ninguna otra cosa.
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En una afirmación poderosa, el autor nos ilustra como la oración solo responde a sus hijos como herencia y no a la humanidad por necesidad. En un análisis sistemático de una de las declaraciones del profeta Miqueas, vemos como la oración, como un recurso maravilloso de la gracia, hace que nuestro buen Dios oiga, lo cual es para nosotros un recurso inagotable, un valor primario, una confianza segura, una actitud de fe, una garantía presente y un privilegio indecible.
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