Crezcamos en fe, amor y santidad Sample

Cómo se produce la santificación en el creyente
Permítame presentar algunos principios para saber cómo se produce la santificación en la vida del creyente santo para expresar la santidad de Dios.
La santificación es resultado de la unión vital con Cristo
Esta unión se establece a través de la fe que nos ha sido dada por la gracia de Dios. La fe que no tiene una influencia santificadora en el carácter del creyente, no es mejor que el creer de la forma en que lo hacen los demonios, es una fe muerta, no es el don de Dios, no es la fe de los elegidos. Donde no hay una vida santificada, no hay una fe real en y de Cristo.
La verdadera fe obra por el amor, y es movida por un profundo sentimiento de gratitud por la redención. La verdadera fe constriñe al creyente a vivir para su Señor y le hace sentir que todo lo que puede hacer por Aquel que murió por sus pecados, no es suficiente. Al que mucho se le perdona, ama mucho. El que ha sido limpiado con su sangre, anda en luz. Cualquiera que tiene una esperanza viva y real en Cristo se purifica, como Él también es puro.
La santificación es el resultado y la consecuencia inseparable de la regeneración
El que ha nacido de nuevo y ha sido hecho una nueva criatura, ha recibido una nueva naturaleza y un nuevo principio de vida. La persona que pretende haber sido regenerada y que, sin embargo, vive una vida de pecado, se engaña a sí misma; las Escrituras descartan tal concepto de regeneración. En otras palabras, si no hay santificación, no hay regeneración; si no se vive una vida santa, no hay un nuevo nacimiento. Se nos dice en la Escritura claramente que «todo aquel que ha nacido de Dios no practica el pecado».
La santificación es la evidencia primordial de que el Espíritu Santo mora en el creyente
La presencia del Espíritu Santo en el creyente es esencial para la salvación. El Espíritu nunca está dormido o inactivo en la vida de todo redimido, siempre da a conocer su presencia por los frutos que produce en el corazón, carácter y vida del creyente. Al Espíritu se lo compara con el viento y, como sucede con éste, no podemos verlo con los ojos naturales. Pero de la misma manera en que notamos que hay viento por sus efectos sobre las olas, los árboles y el humo, así podemos descubrir la presencia del Espíritu en una persona por los efectos que produce en su vida y conducta. No tiene sentido decir que tenemos el Espíritu si no andamos también en el Espíritu. La santificación es el sello que el Espíritu Santo imprime en los creyentes. «Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios».
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El amor de Dios, nos mueve a vivir para Dios. El que ama a Dios, se refugia en Dios en tiempos de necesidad. Es el amor a Dios, una virtud que dispone nuestro corazón para deleitarse en el hecho de que Dios sea glorificado. Queremos ver su crecimiento en la fe, en el amor y en la santidad, para que el nombre de Dios sea glorificado y el reino de Dios sea manifestado con poder.
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