En este mes de Julio nuestro énfasis será MILAGROS.
Nuestra tarea como iglesia es dar a conocer a Jesucristo. Solamente Jesús transforma tu ansiedad en calma, tu dolor en bienestar, tu tristeza en fiesta, tu enfermedad en salud, tu pecado en santidad, tus adicciones en libertad, tu depresión en alegría. Jesús cambia tu corazón y te da una nueva perspectiva para tu vida.
Las acciones de Dios a nuestro favor incluyen los milagros. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento observamos a Dios haciendo milagros.
Un milagro es una intervención de Dios que modifica los procesos naturales. Es un suceso extraordinario y maravilloso que no puede explicarse por las leyes regulares de la naturaleza y atribuimos a la intervención de Dios.
Usted y yo conocemos gente que no cree en milagros y gente que sí cree en milagros. Aún en el pueblo evangélico podemos encontrar esos dos tipos de personas. El llamado cesacionismo es una corriente entre los evangélicos que afirman que el don de hacer milagros cesó y no hay quien sea usado por Dios para realizar prodigios como los registrados en el Nuevo Testamento. Ahora bien, si nuestra base de fe es la Biblia, en este caso yo diría que le pregunten al apóstol Pablo que piensa acerca de los milagros, o que le pregunten a Pedro y a Juan, o al médico Lucas, o a Moisés y a Josué, a Ana y a Sara, a Elizabeth o a María, a Elíseo y Elías, y sino, directamente a Jesús.
Debemos valorar los milagros como lo valoraron los hombres y mujeres de fe que encontramos en la Biblia. Como los valoró Jesús cuando respondió a la pregunta si él era el Mesías o deberían esperar a otro: la Biblia dice que “En esa misma hora sanó a muchos de enfermedades y plagas, y de espíritus malos, y a muchos ciegos les dio la vista. Y respondiendo Jesús, les dijo: Id, haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio; y bienaventurado es aquel que no halle tropiezo en mí.” Lucas 7:21-23
Encontramos en la Biblia que para participar de los milagros Dios guía a los suyos a tener visión de milagros.
¿Qué es visión? Es Dios dándonos a conocer lo que Él quiere hacer. Dios anticipa sus acciones dando visión a sus hijos. De este modo se propósito es guiarnos e impulsarnos a actuar según esa visión que viene de Dios. Visión de milagros es ver los milagros que Dios quiere hacer.
Tengamos en cuenta a continuación algunas enseñanzas bíblicas acerca de la visión que Dios quiere darnos a fin de participar en su acción milagrosa.

Abran y Sara recibirían un milagro. Dios fue generando en ellos una visión de milagros. Sara era estéril y los dos ya eran muy mayores, de modo que era imposible que naturalmente tuvieran hijos. Si comenzamos a leer en el capítulo 12 del Génesis veremos cómo Dios fue formando en Abram y en Sara una visión de milagros. Aquí en el capítulo 15, Dios tiene que sacar fuera de su tienda a Abram a fin de que pueda ver. La acción de “salir fuera” es muy poderosa en términos de despegarnos de nuestras propias percepciones y proyectarnos a lo que Dios se propone.
Necesitamos dejar de ver adentro nuestro y mirar lo que Dios tiene en su planes, dejar de ver nuestros limitaciones y movernos por fe en las promesas de Dios.

Un segundo aspecto para participar en los milagros de Dios es conocerle.
Cuando conocemos a Dios inevitablemente vamos a caminar por fe y podremos ser parte de milagros extraordinarios simplemente porque Dios es extraordinario.
“...el pueblo que conoce a su Dios se esforzará y actuará.” Daniel 11:32 RVR1960
Dios es fiel a su pacto, cumple sus promesas y de ese modo nos guía cada día.
Si Dios ayer hizo milagros hoy también los hará.
El Dios de la Biblia es un Dios de milagros.

El escritor de este Salmo expresa la fe de aquellos que conocen a Dios y tienen presente presente sus obras. La salida de Egipto, el Mar Rojo partido, caminar por medio del mar como si fuera tierra seca, es para el pueblo de Dios una marca en su historia que demuestra el amor y el poder de Dios para salvar. Dios se acuerda de los suyos, los visita y los salva por medio de milagros portentosos. Así es nuestro Dios, es un Dios de milagros. Si conocemos a Dios creeremos en milagros. Las estrofas del conocido himno lo expresan de modo definitivo: “Creo en milagros, pues creo yo en Dios”.

Si volvemos a la experiencia de Abraham vemos que la fe ocupó un lugar central.
Cuando Dios le da Su visión, dice la Biblia que Abraham “creyó”.
“Luego el Señor lo llevó afuera y le dijo: —Mira hacia el cielo y cuenta las estrellas, a ver si puedes. ¡Así de numerosa será tu descendencia! Abram creyó al Señor.” Génesis 15:5-6.
Fue la fe, es decir confiar en lo que Dios dice y conducirse de acuerdo a esa palabra, lo que dio lugar a los milagros que Dios hizo en Abraham y Sara. Abraham tendría unos 75 años cuando Dios le dio la promesa de descendencia, desde entonces y hasta que nació Isaac pasaron unos
25 años. Es claro que el hecho de que Sara quedara embarazada fue un milagro, ella era estéril y tanto ella como su marido muy ancianos. Pero además el parto mismo fue un milagro. Abraham creyó que Dios era capaz de cumplir lo prometido y se sostuve en esa fe aunque las evidencias
dijeran otra cosa.

En esta parte del libro de los Hechos lo encontramos al apóstol Pablo siendo usado por Dios para realizar un milagro. Un hombre que desde su nacimiento no podía caminar escuchó predicar a Pablo quien vio que ese hombre tenía fe para ser sanado. Aquí la fe vuelve a estar presente.
Claramente es una fe sanadora. Y se cumple lo que él mismo apóstol dice “Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo.” Romanos 10:17 NVI.
El camino bíblico hacia tu milagro es evidente: la Palabra de Dios es predicada, esa Palabra genera fe en el corazón, y esa fe abre la puerta al milagro de sanidad.
El apóstol da la orden: “¡Ponte en pie y enderézate!”, el que no podía caminar responde a esa orden y el milagro ocurre, “dio un salto y empezó a caminar.”
Cuando Dios da su Palabra, lo nuestro es movernos por fe en dirección al milagro.

Hay algo que limita los milagros, es la falta de fe.
En Nazaret Jesús no hizo muchos milagros a causa de la ausencia de fe.
Ahora aquí hay fe.
En tu corazón hay fe.
La Palabra de Dios ha sido predicada durante toda esta celebración.
Ahora es el momento de tu decisión. Ahora el el momento de tu milagro. Caminá por fe hacia tu milagro.