El Pan del Cielo

Por Danny Saavedra

“Entonces el Señor dijo a Moisés: 'Voy a hacer que llueva pan del cielo. El pueblo deberá salir todos los días a recoger su ración diaria. Voy a ponerlos a prueba, para ver si cumplen o no mis instrucciones.'”—Éxodo 16:4 (NVI)

¿Alguna vez te has sentido atrapado en un bucle, pasando por las mismas luchas, frustraciones y lecciones una y otra vez? Si es así, entiendes el viaje de Israel por el desierto, y siendo sinceros, casi toda su historia.

Después de cruzar el Mar Rojo y dejar la comodidad de Elim, llegaron al Desierto de Sin. El nombre en sí no tenía que ver con el pecado, pero la verdad es que le quedaba bien. Con hambre y miedo, empezaron a quejarse. Dudaron de la bondad de Dios e incluso desearon haberse quedado en Egipto (¡el lugar donde eran esclavos!). Aparentemente, la comida abundaba ahí. Verás, técnicamente eran libres, pero seguían pensando como cautivos.

Es fácil juzgarlos, pero su historia se parece mucho a la nuestra. Nos enfrentamos a los mismos problemas una y otra vez, repitiendo nuestros propios bucles de preocupación, orgullo, amargura o descontento. Cuando la vida se pone incómoda o incierta, muchos de nosotros preferimos quejarnos en vez de confiar. Aun en su incredulidad, Dios no se alejó de ellos. Le dijo a Moisés: “Voy a hacer llover pan del cielo para ustedes.” Cada mañana, el suelo del desierto estaba cubierto de hojuelas de provisión celestial—maná. Cuando los israelitas lo vieron, preguntaron qué era porque nunca habían visto algo así antes. No parecía una liberación, pero lo era.

Cada día, se les decía que recogieran solo lo necesario para ese día. Sin acumular, sin guardar, sin controlar, solo dependencia diaria. Dios no solo los estaba alimentando; los estaba formando. Cada amanecer era otro recordatorio de Su fidelidad. También era un adelanto, una sombra de algo más grande.

En Juan 6, Jesús se paró frente a otra multitud hambrienta y dijo: “—Les aseguro que no fue Moisés el que les dio a ustedes el pan del cielo —afirmó Jesús—. El que da el verdadero pan del cielo es mi Padre. El pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.” Cuando la gente pidió ese pan, Jesús declaró: “Yo soy el pan de vida. El que a mí viene nunca pasará hambre y el que en mí cree nunca más volverá a tener sed.” (Juan 6:32–35 NVI).

La Navidad no es solo la celebración del nacimiento de un niño, es la gran llegada de un nuevo amanecer. El pesebre se convirtió en la mesa donde el pan del cielo fue ofrecido por primera vez a la tierra, y la invitación sigue en pie: Vengan, todos los que tienen hambre, y sean saciados.

Aunque cada día, cada circunstancia difícil, cada prueba, cada tribulación y cada momento de debilidad nos tienta a quejarnos y a añorar Egipto, Jesús nos invita a mirar hacia arriba y recibir lo que solo Él puede dar. Y cuando fallamos, cuando no damos la talla, cuando somos infieles y buscamos el pan del mundo, Él sigue siendo fiel, sus promesas siguen firmes y su gracia es suficiente para cubrirnos. ¡Que esta verdad te llene hoy!

Ponlo en Práctica: Medita

La meditación bíblica se trata de llenar tu mente con la Palabra de Dios, no de vaciarla. Práctica meditar en la Escritura leyéndola en familia o con amigos, de manera individual, en voz alta y en silencio. Deja que la Palabra de Dios empape tu mente y tu corazón, y luego ora la Escritura. Haz esto hoy con este pasaje: Mateo 6:31-33.

Para la Familia

Idea Principal: Dios nos da exactamente lo que necesitamos, y Jesús es nuestro verdadero Pan del Cielo.

Pregunten Juntos:

1. ¿Cómo ha provisto Dios para nuestra familia esta semana?
2. ¿Qué significa que Jesús es nuestro pan de cada día?

Oración

Señor Jesús, Tú eres el pan de vida, el que sacia cada hambre de mi corazón. Perdóname por las veces que he buscado llenarme con otras cosas. Enséñame a confiar en Ti cada día, a depender de Tu misericordia cada mañana y a descansar en Tu fidelidad cada noche. Gracias por venir a alimentar nuestras almas con una vida que nunca se acaba. Oro esto en Tu Nombre, Jesús. Amén.