Ver la Luz del Mundo

Por Danny Saavedra

“En él estaba la vida y la vida era la luz de la humanidad. Esta luz resplandece en la oscuridad y la oscuridad no ha podido apagarla.”—Juan 1:4–5 (NVI)

En Juan 1:9 (NVI), leemos: “Esa luz verdadera, la que alumbra a todo ser humano, venía a este mundo.” Ese es el momento que celebramos en Navidad, cuando la Luz misma entró en nuestra oscuridad. Pero, ¿qué hace realmente Su luz? Nos permite ver.

Cuando Nicodemo, un maestro respetado de Israel, fue a ver a Jesús una noche, estaba rodeado de oscuridad en más de un sentido. Tenía conocimiento, reputación y posición, pero no tenía vista. Jesús le dijo: “—Te aseguro que quien no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios —dijo Jesús.” (Juan 3:3 NVI, énfasis añadido). En otras palabras, sin la luz, estamos ciegos a la realidad de Dios. Podemos estudiar, esforzarnos y buscar todo lo que queramos, pero sin Jesús, simplemente andamos tropezando en la oscuridad.

Más tarde, durante la Fiesta de los Tabernáculos, una celebración donde se encendían lámparas por todo Jerusalén para recordar el fuego que guiaba de Dios en el desierto, Jesús se puso delante de la multitud y declaró: “Yo soy la Luz del mundo. El que me sigue no andará en oscuridad, sino que tendrá la Luz de la vida.” (Juan 8:12 NVI). Y luego, en Juan 9:25 (NVI), esa afirmación cobra vida. Jesús sana a un hombre que nació ciego. El hombre abre los ojos por primera vez y dice: “Lo único que sé es que yo era ciego y ahora veo.” Cuando Jesús después se le revela como el Hijo de Dios a este hombre, él cree y adora. Esa es la fuerza de la luz. No solo revela, también transforma.

Lo mismo pasa con nosotros. El apóstol Pablo escribe: “Porque Dios, que dijo: Que la luz resplandezca en las tinieblas!», hizo brillar su luz en nuestro corazón para que conociéramos la gloria de Dios que resplandece en el rostro de Jesucristo.” (2 Corintios 4:6 NVI). Como dice Juan: “Y contemplamos su gloria, la gloria que corresponde al Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.” (Juan 1:14 NVI).

Y a la luz de esta Luz que nos ha abierto los ojos, no podemos guardárnosla. Juan escribe: “Les anunciamos lo que hemos visto y oído, para que también ustedes tengan comunión con nosotros. Y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo.” (1 Juan 1:3 NVI). Como el hombre que nació ciego, ahora tenemos el privilegio y la responsabilidad de contarle al mundo lo que hemos visto. ¿Por qué? Porque “El dios de este mundo ha cegado la mente de estos incrédulos, para que no vean la luz del glorioso evangelio de Cristo, el cual es la imagen de Dios.” (2 Corintios 4:4 NVI).

En esta temporada navideña, recuerda lo que has visto y hazlo saber. Cuenta la historia de cómo la Luz entró en tu oscuridad. Cuenta cómo se abrieron tus ojos. Ve y dile a alguien hoy: “La oscuridad de mi corazón ha visto la Luz del mundo . . . y ahora nunca más tengo que andar en la oscuridad. ¡Y tú tampoco!”

Ponlo en Práctica: Sábado

El sábado se trata de descansar a propósito. Dios estableció el sábado después de terminar su obra de la creación, y nos mandó a guardar el sábado como una experiencia especial de descanso en Él. ¡Cada quien descansa de manera diferente! Como sea que se vea para ti, practica el sábado este fin de semana haciendo algo que te dé alegría y honre a Dios.

Para la Familia

Idea Principal: La Luz del mundo vive en nosotros, y estamos llamados a compartirlo con los demás.

Pregunten Juntos:

1. ¿Quién en nuestras vidas necesita escuchar sobre Jesús esta Navidad?
2. ¿Cómo podemos mostrarles su amor y su luz?

Oración

Jesús, gracias por abrir mis ojos para ver tu verdad y tu gloria. Tú eres la Luz que entró en mi oscuridad y lo cambió todo. Esta Navidad, ayúdame a reflejar esa luz para que otros puedan verte a través de mis palabras, acciones y amor. Dame valor para compartir mi historia, y que mi vida apunte a otros hacia ti—la verdadera luz del mundo. Oro esto en Tu Nombre, Jesús. Amén.