Encontrando la belleza de CristoMuestra

EL HOMBRE MAS HERMOSO.

”Eres el más hermoso de los hijos de los hombres;

La gracia se derramó en tus labios;

Por tanto, Dios te ha bendecido para siempre.

Ciñe tu espada sobre el muslo, oh valiente,

Con tu gloria y con tu majestad.

En tu gloria sé prosperado;

Cabalga sobre palabra de verdad, de humildad y de justicia,

Y tu diestra te enseñará cosas terribles.

Tus saetas agudas,

Con que caerán pueblos debajo de ti,

Penetrarán en el corazón de los enemigos del rey.“

Salmos 45:2-5 RVR60

¿Qué es lo más hermoso que has visto en tu vida? Probablemente pienses en un gran paisaje o en tu pareja. Pero, ¿y si te dijera que existe algo que sobrepasa el valor de todas las cosas y que no hay nada más bello en este mundo? Y lo más increíble: estamos invitados a contemplarlo y verlo.

Ahora bien, ¿qué significa contemplar? Según el diccionario, contemplar es “complacer excesivamente a alguien o ser condescendiente con él, por afecto, por respeto o por interés.” Imagina, entonces, encontrar algo tan hermoso que lo único que puedes hacer es rendirte ante esa hermosura, de tal manera que todo lo demás pierda su valor frente a lo que maravilla tus ojos.

Cuando leo el Salmo 45, esa es la primera idea que viene a mi mente: hay alguien tan hermoso que todo lo demás pierde sentido a su lado. Es tan bello que su sola existencia hace que lo que nos rodea parezca simplemente nada en comparación.

Cuando vemos a Jesús estamos frente al hombre más hermoso que haya pisado esta tierra, y su invitación es clara: contemplar su hermosura en su propia persona.

En estos años de mi caminar con Jesús, no hay tema que me tenga más asombrado y emocionado que descubrir, cada día, la hermosura oculta en su persona. Si soy honesto, creo que ni una eternidad completa bastaría para terminar de contemplar la belleza de este hombre. Y, sin embargo, cada día me sigue sorprendiendo lo hermoso que es.

El rostro hermoso de Cristo

Pablo lo expresa de manera sublime en 2 Corintios 4:6:

“Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.“ (2 Corintios 4:6 RVR1960)

En otras palabras: la gloria de Dios nos es revelada por medio del rostro de un solo hombre: Jesús.

Ese mismo rostro que brilla como el sol (Mateo 17:2), su cabeza y su cabello blancos como la lana, señal de pureza y sabiduría divina (Daniel 7:9), sus ojos como llamas de fuego que todo lo ven y arden de pasión por nosotros, capaces de consumir todo lo que nos aleja de su amor (Apocalipsis 1:14).

Ese hombre es infinitamente hermoso y puede cautivar a todo aquel que lo mira.

Toda riqueza, toda belleza y toda hermosura se concentran en una sola persona, y aun así Jesús las sobrepasa todas.

“Porque en Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad.” (Colosenses 2:9 RVR1960).

Toda la gloria de Dios, toda su plenitud, toda su hermosura habita en este hombre que nos amó primero: Jesús.

Mi corazón arde, no solo por contemplarlo cada día de mi vida y conocerlo más, sino por el anhelo de verlo un día cara a cara y dejarme contemplar por Él.

Nuestra promesa no se queda en conocer solo una parte de este hombre. La promesa más grande es verlo tal como Él es. Los corazones que hoy arden por verlo serán un día saciados, porque juntos veremos a nuestro amado, tal como lo prometió.

Hoy quiero invitarte a reflexionar y a buscar cada día a este hombre. No buscamos un momento, ni un lugar; buscamos una persona: la más hermosa de todas, y está disponible para nosotros.

Y amén por eso.

”Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.“ (1 de Juan 3:2 RVR1960)