Encuentros con Jesús que cambian nuestra vidaMuestra

Día 6 — El encuentro que revela propósito: Pedro junto al fuego

El amanecer junto al lago fue silencioso.

Pedro, aquel que una vez caminó sobre las aguas, ahora regresaba a lo que conocía antes de Jesús: la pesca.

Después del fracaso, del miedo y de haber negado tres veces a su Maestro, Pedro ya no se sentía un apóstol; solo un hombre que había decepcionado al Maestro.

“Me voy a pescar», les dijo Simón Pedro. «Nosotros también vamos contigo», le dijeron ellos. Fueron y entraron en la barca, y aquella noche no pescaron nada” (Juan 21:3 NBLA).

¿Te ha pasado? ¿Has querido volver a lo viejo cuando sientes que fallaste en lo nuevo?

Pedro había sido llamado a ser pescador de hombres, pero el peso de su culpa lo llevó de nuevo al lago.

Sin embargo, incluso allí, Jesús fue a buscarlo.

“Cuando ya amanecía, Jesús estaba en la playa; pero los discípulos no sabían que era Jesús” (Juan 21:4 NBLA).

Jesús no esperó a que Pedro regresara al templo; fue a su rutina, a su barco, a su cansancio.

Y desde la orilla le habló con una pregunta que parecía casual, pero que escondía una invitación:

“Jesús les dijo: «Hijos, ¿acaso tienen algún pescado?». «No», respondieron ellos” (Juan 21:5 NBLA).

No era un reproche, era un recordatorio.

Pedro había pasado la noche trabajando sin fruto, pero Jesús estaba por mostrarle que su propósito no dependía de su rendimiento, sino de su obediencia.

“Y Él les dijo: «Echen la red al lado derecho de la barca y hallarán pesca»” (Juan 21:6a NBLA).

Y así fue: la red se llenó tanto que no podían arrastrarla.

El milagro despertó el recuerdo. “¡Es el Señor!” —gritó Juan. Pedro no esperó. Se lanzó al agua y nadó hacia Jesús. No corrió de Él como Adán, sino hacia Él. Y al llegar a la orilla encontró algo que nunca imaginó: un fuego encendido, pan y pescado listos (Juan 21:9).

El mismo fuego donde Pedro lo había negado ahora se convertía en el lugar donde sería restaurado.

Jesús no evitó el tema. En Juan 21:15–17 vemos que le preguntó tres veces: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?".

Una pregunta por cada negación. Cada vez que Pedro respondió: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”, Jesús no solo lo perdonaba; lo reenviaba a su propósito: “Apacienta mis ovejas”

Ese es el corazón del Maestro: No solo limpia nuestro pasado, sino que nos devuelve el llamado.

Jesús no necesita discípulos perfectos, sino corazones que no teman volver a empezar.

Pedro no fue descartado por su error, sino refinado por su proceso. El mismo que negó a Cristo sería quien se levantaría en Hechos 2 a proclamarlo con poder.

La culpa lo había hecho pescar peces otra vez, pero el amor lo devolvió a pescar almas.

Jesús sigue encendiendo fuegos para restaurar a los suyos.

Quizás tú también has vuelto a lo viejo, sintiendo que tu oportunidad ya pasó.

Pero Él te espera en la orilla, con un fuego encendido y un desayuno preparado.

Te pregunta con ternura, no para exponerte, sino para reactivarte: “¿Todavía me amas?” Y si tu respuesta es “sí”, Él te vuelve a confiar lo que amas. Porque los llamados de Dios no se cancelan; se reafirman con gracia.

Reflexión práctica

• ¿Qué cosas dejaste de hacer porque sentiste que fallaste a Dios?
• ¿Qué “fuego” está usando Jesús hoy para restaurarte?
• ¿Cómo puedes volver a servir desde el amor, no desde la culpa?

Oración sugerida:

Señor Jesús, gracias porque no me defines por mis errores. Gracias porque me esperas en la orilla con amor y propósito. Hoy dejo mi culpa y abrazo Tu llamado una vez más. Renuévame para servirte con libertad y gratitud. Amén.