Encuentros con Jesús que cambian nuestra vidaMuestra

Día 5 — El encuentro que sana el alma: la mujer del flujo de sangre
Hay heridas que no se ven, pero sangran por dentro.
Hay dolores que no matan el cuerpo, pero consumen el alma.
Así vivía aquella mujer sin nombre, marcada por una enfermedad que la había aislado durante doce largos años.
“Había entre la gente una mujer que hacía doce años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho a manos de varios médicos, y se había gastado todo lo que tenía sin que le hubiera servido de nada, pues, en vez de mejorar, iba de mal en peor” (Marcos 5:25–26 NVI).
Doce años… sin alivio, sin contacto, sin esperanza.
La ley la consideraba impura (Levítico 15:25–27), lo que significaba que no podía tocar ni ser tocada.
Su enfermedad no solo drenaba su cuerpo, sino también su dignidad.
Hasta que un día escuchó hablar de Jesús.
“Cuando oyó hablar de Jesús, se acercó a él por detrás entre la gente y tocó su manto. Pensaba: Si logro tocar siquiera su manto, quedaré sana” (Marcos 5:27–28 NVI).
Ese pensamiento cambió su historia.
La fe, incluso débil o imperfecta, tiene el poder de movernos hacia Jesús.
No fue una fe teológica o elaborada; fue una fe desesperada, práctica y personal.
Mientras todos empujaban a Jesús, solo una persona lo tocó con propósito.
“Al instante, cesó su hemorragia y se dio cuenta de que su cuerpo había quedado libre de esa aflicción" (Marcos 5:29 NVI).
El milagro ocurrió en silencio, pero Jesús no lo dejó pasar inadvertido.
“Al momento, Jesús se dio cuenta de que había salido poder de sí mismo, así que se volvió hacia la gente y preguntó: —¿Quién ha tocado mi manto” (Marcos 5:30 NVI).
Sus discípulos se confundieron. Con tanta gente a su alrededor, ¿por qué importaba un toque más?
Porque Jesús distingue entre el contacto casual y el encuentro genuino.
Él no busca multitudes que lo rocen; busca corazones que lo busquen.
Entonces la mujer, temblando, se acercó y confesó toda la verdad.
Y Jesús le respondió con ternura:
“—¡Hija, tu fe te ha sanado! —dijo Jesús—. Vete en paz y queda sana de tu aflicción” (Marcos 5:34 NVI).
Jesús no solo detuvo su hemorragia física; restauró su identidad.
La llamó “hija”, devolviéndole pertenencia y dignidad.
Ella no solo recibió salud; recibió paz.
Cuando Jesús sana, no lo hace a medias.
Él sana el cuerpo, el alma y el corazón.
Donde antes había vergüenza, ahora hay libertad. Donde antes había aislamiento, ahora hay comunión.
Su toque sigue disponible para quienes se acercan con fe.
Quizás tú también has sangrado en silencio: heridas emocionales, pérdidas, culpas o temores que nadie conoce.
Jesús sigue preguntando: “¿Quién me tocó?”. No porque Él no lo sepa, sino porque quiere mirarte a los ojos y llamarte hijo o hija.
Él no está demasiado ocupado para detenerse por ti.
Y su poder no se agota: cada toque de fe lo activa.
A veces la sanidad no llega cuando la pedimos, sino cuando nos atrevemos a acercarnos.
“Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diversas enfermedades se los llevaban a Él; y poniendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba" (Lucas 4:40 NBLA).
Ese sigue siendo Su corazón: tocar lo que otros evitan, poner sus manos de amor y restaurar lo que otros descartan.
Reflexión práctica
- ¿Qué heridas estás escondiendo detrás de tu rutina o tus responsabilidades?
- ¿Qué pasos prácticos podrías dar hoy para acercarte a Jesús con fe?
- ¿Hay algo que necesites confesar o soltar para que Él te llame “hija” o “hijo” nuevamente?
Oración sugerida:
Jesús, gracias porque no pasas de largo ante mi dolor. Aunque otros no lo vean, Tú sí lo ves. Hoy me acerco a Ti con fe, sabiendo que en Tu presencia hay poder para sanar y restaurar. Llama mi nombre y dame paz. Amén.
Acerca de este Plan

Cada encuentro con Jesús tiene el poder de transformar no solo lo que hacemos, sino quiénes somos. A través de este devocional de 7 días, recorrerás historias bíblicas donde hombres y mujeres comunes se cruzaron con el Salvador y nunca volvieron a ser los mismos. Desde el perdón y la restauración hasta el llamado y la misión, descubrirás que Jesús sigue encontrándonos hoy —para sanarnos, levantarnos y enviarnos.
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Nos gustaría agradecer a Felipe Echeverri por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: www.martepodcast.com
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