"¿Libres… de verdad?"

Qué privilegio es vivir en un país libre, donde no hay otra nación imponiendo sus criterios, donde existen libertades fundamentales como la de expresión, tránsito, culto, y donde la esclavitud no forma parte de la historia reciente. Sin duda, esta clase de libertad es valiosa y digna de gratitud.

La libertad es uno de los anhelos más profundos del ser humano. Todos, sin excepción, luchamos —de una forma u otra— por ser libres. Y aunque parezca increíble, aún existen países que luchan por su libertad, ya sea contra opresores externos o contra sistemas internos que los esclavizan.

Pero… ¿es esta la verdadera libertad?

La Biblia dice:

“Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" (Juan 8:32 RVR1960)

Y esa verdad no es una ideología, ni una filosofía: es una Persona.

“Jesús le dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí" (Juan 14:6 RVR1960)

Fuera de Cristo, no existe libertad verdadera. Lo que el mundo llama “libertad” es, muchas veces, una excusa para hacer lo que se quiere sin restricciones. Pero esta “libertad” humana, lejos de liberar, encadena: conduce a la perdición, a la destrucción y al vacío. La búsqueda desenfrenada de placer sin Dios nos desconecta de lo eterno y nos esclaviza a lo pasajero.

Dios, en su amor, no impone su voluntad. Nos dio libre albedrío para escoger. Sin embargo, cada decisión tiene consecuencias eternas. Jesús lo dijo claramente:

“Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición… y estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida.” — Mateo 7:13-14 (RVR1960)

No usemos nuestra libertad para seguir al mundo, que solo satisface el cuerpo —lo temporal—, mientras contamina el alma —lo eterno—. La verdadera libertad es vivir para Cristo, esclavos por amor a su voluntad, pero libres del pecado y de la muerte.

“Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud" (Gálatas 5:1 RVR1960)

Reflexiona:

1. ¿Estoy viviendo una libertad genuina o una libertad aparente que me aleja de Dios?
2. ¿Qué decisiones estoy tomando con mi libre albedrío y hacia dónde me están llevando?
3. ¿Estoy dispuesto a ser esclavo de Cristo para experimentar la verdadera libertad?

Oración:

Señor, gracias por haberme dado el regalo del libre albedrío. Hoy reconozco que muchas veces he usado mi libertad para alejarme de ti. Te pido que me enseñes a caminar en tu verdad, que me hagas verdaderamente libre en Cristo y que, con cada decisión, yo pueda honrar tu voluntad. Amén.