Todo Es en Él: 30 Días Redescubriendo Su Centralidad, Universalidad Y SupremacíaMuestra

Día 23 – Cristo, juez justo de vivos y muertos

Cuando pensamos en Cristo solemos verlo como Salvador, Pastor y Amigo. Pero la Escritura también nos presenta otra dimensión de su supremacía: Él es el Juez justo de vivos y muertos. El Padre entregó todo juicio al Hijo (Jn 5:22), y un día toda rodilla se doblará ante Él.

Esta verdad trae consuelo y a la vez responsabilidad. Consuelo, porque sabemos que el juicio final no está en manos de hombres corruptos, sino en manos del Hijo amado que dio su vida por nosotros. Responsabilidad, porque no podemos vivir como si nuestra vida fuera autónoma. Un día daremos cuentas delante del trono de Cristo.

Pablo exhorta a Timoteo recordándole que Cristo “juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino” (2 Ti 4:1). La certeza del juicio no es para atemorizarnos, sino para despertarnos a una vida sobria, santa y en misión. Saber que el Hijo juzgará todo lo secreto nos libera de la hipocresía y nos invita a vivir en la luz.

Romanos 14:10–11 nos recuerda que “todos compareceremos ante el tribunal de Cristo” y que “toda lengua confesará a Dios”. Esa confesión será universal: algunos lo harán en adoración gozosa, otros en rendición obligada. Pero nadie escapará de la supremacía de Cristo.

El juicio del Hijo también es esperanza para un mundo herido por la injusticia. Los poderosos que oprimen, los sistemas que corrompen, los pecados que parecen impunes: todo será expuesto y juzgado en justicia. Nada quedará oculto. Y los que están en Cristo, aunque serán examinados, estarán firmes porque el Juez mismo es también su Abogado y Salvador.

Oración

Señor Jesús, juez justo, ayúdame a vivir cada día a la luz de tu tribunal. Que mis pensamientos, palabras y acciones estén rendidos a tu verdad. Gracias porque en ti tengo perdón, y en tu justicia tengo esperanza. Amén.

Acción del día

Hoy hacé un examen espiritual: pedile al Espíritu Santo que te muestre áreas donde necesitás arrepentimiento. Escribilas y entregalas a Cristo, recordando que Él es tu juez, pero también tu Redentor.