30 Días Con La Palabra Viva Y EficazMuestra

La palabra que toca lo intocable

Un hombre estaba cubierto de lepra. No tenía nombre, solo una condición. Vivía lejos, excluido, cargando una enfermedad que lo alejaba de todos… menos de Jesús. Lucas registra que aquel hombre se postra y ruega: “Señor, si quieres, puedes limpiarme” (Lucas 5:12, NVI). No dudaba del poder, sino del querer. Su cuerpo dolía, pero más aún su alma. Quería ser visto, tocado y también restaurado.

Jesús, lleno de compasión, hace algo impensable. Antes de decir “Sé limpio”, él lo toca. No necesitaba hacerlo porque solo una palabra suya era suficiente. Pero el toque fue una declaración divina: “Tú vales. No estás solo. Yo te veo y no eres intocable para mí”. En ese gesto, la dignidad fue restaurada, la vergüenza silenciada y el alma abrazada.

En nuestros días, muchos también se sienten “intocables” ya sea por errores, por traumas, e inclusive por rechazos. Caminan rotos por dentro, convencidos de que nadie querrá acercarse si supiera la verdad. Pero la voz de Cristo, que es viva y eficaz, sigue cruzando barreras. Y su toque sigue alcanzando lo que los demás esquivan.

Hebreos 4:12 dice que la palabra penetra hasta lo más profundo. Es como un bisturí que no destruye, sino que restaura. No hay rincón tan sucio, tan oscuro, tan roto… que el amor de Dios no pueda tocar.

¿Te sientes indigno? ¿Marcado? ¿Aislado? Jesús no espera que estés limpio para acercarse. Él se acerca para limpiarte. Y lo hace con ternura, no con juicio. Te mira, te toca, te habla. Porque su palabra no solo sana el cuerpo, también sana el alma herida y la identidad quebrada.

Hoy, levanta la mirada como el leproso. Cree en la compasión de Dios. Acércate con fe. Porque cuando él toca, lo impuro se purifica, lo roto se restaura… y lo invisible vuelve a tener nombre.

Oración

Señor, toca hoy mi vergüenza, mi herida, mi historia rota, y hazme nuevo. Devuélveme la dignidad que otros robaron y la esperanza que pensé que había perdido. Que tu palabra viva penetre donde nadie más puede entrar y restaure lo que parece imposible. Acércate a mí como al leproso y hazme sentir, una vez más, que soy amado por ti.

En el nombre de Jesús.
Amén.