¿Qué Nos Pasó En El Edén?- Psicología De La CaídaMuestra

EL EDÉN Y EL MINISTERIO DE LA RECONCILIACIÓN

La mujer es traída allí, frente a Adán, con otros propósitos que el de ser liderada, según me sugiere el texto bíblico:

• sujetarse mutuamente el uno al otro en amor,
• gestionarse cada cual a sí mismo en base a la presencia del otro, no yendo por libre ninguno,
• ser una sola carne –que también significa funcionar y «moverse» como si lo fueran, como un «bloque»,
• guiados por el Creador y en obediencia a Él en todo momento,
• representando de manera precisa y digna la misma «pasta» de la que estaban hechos,
• pero en dos cuerpos distintos, con capacidades diferentes y complementarias en diversas funciones (como pasa en la Trinidad),
• que los llevan a ayudarse mutuamente, (lo que implica una especie de liderazgo bidireccional, si se quiere explicar así, que a efectos prácticos es como que nadie lidere más que otro, sino que van de la mano),
• y a partir de ahí, juntos de nuevo, multiplicarse, sojuzgar la tierra y señorearla (y no veo en el texto que ella sea una parte de la creación que él debe gobernar).

Quizá la palabra clave es esa: juntos. Romper aquello fue el principio del fin.

• La caída no implica que ya no seamos el regalo que ella fue para él;
• implica más bien que nunca más se nos ha visto de la misma manera, ni se suele enseñar sobre nosotras como tal.
• Hubo ruptura y cierto tipo de muerte en la relación entre esposos y géneros, como desarrollaremos más adelante, y la connotación positiva que tiene la palabra «regalo» rechina en el análisis que muchos hacen de nosotras desde lo sucedido en el Edén.
• No entiendo, sin embargo, la vida en Cristo, sin recuperar para la mujer ese matiz que es parte del diseño original.

Si hombres y mujeres somos realmente conscientes de que la mujer fue presentada como un regalo para el hombre, y que eso inauguraba lo que debía ser una relación recíproca en la que ambos se consideraran mutuamente de la mejor forma, esto tiene que cambiarnos en algo «aquí y ahora», no solo «allí y entonces», pensando en la gloria venidera. El amor de Cristo y a Cristo debería empujarnos lo suficiente en esta dirección como para procurar algo mejor.

Esto tiene implicaciones enormes en el ministerio de la reconciliación que se menciona en el mismo pasaje de Pablo: ¿qué tipo de mensaje estamos lanzando al mundo cuando los primeros que necesitamos reconciliación, para empezar entre los sexos, somos nosotros?