¿Qué Nos Pasó En El Edén?- Psicología De La CaídaMuestra

AVANZAR ES DE VALIENTES

El rencor entre nosotros por los hechos del Edén sigue estando palpable y presente, lo heredamos generación tras generación, «vosotros» vs. «nosotras», «nosotros» vs. «vosotras», y lo analizaremos en detalle más adelante. Mientras tanto, nos recordamos...

• que el que dice amar a Dios y no ama a su hermano (o hermana, que suele ser el prójimo más próximo), miente,
• que los hijos de Dios se manifiestan haciendo justicia y es lo que nos diferencia de los hijos del diablo: «todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios».
• y que, cuando vemos esa injusticia, como renacidos se espera de nosotros una respuesta: alinearnos con lo que Dios se alinea, y llamar malo a lo que Él llamaría malo.

Esta reflexión no es una llamada a las armas, pero sí un clamor por recuperar el diseño original en nuestras relaciones por las formas del nuevo Reino al que pertenecemos. Donde, en honor a la verdad, veamos que hay injusticia, no estaremos amando si no procuramos revertirla, y eso se hace desde aquí, entre nosotros, y no solo «en gloria».

Ser cristiano y, por tanto, como se nos llama en Efesios, «imitadores de Dios como hijos amados», implica entregarse a la verdad, a la justicia y a la bondad con todo lo que ello implica, y el terreno de la mujer es uno especialmente clave para hacerlo porque en algunas cosas, por lo pronto, y siendo muy conservadores, venimos con dos mil años de retraso.

Quizá nos hacen falta unos siglos o milenios más, quién sabe, para que todo el que tenga algo de luz sobre este asunto esté dispuesto a pagar algo del precio que supone defender la verdad en amor para llegar a situaciones más justas para las mujeres, también en la iglesia.

Yo lo agradezco especialmente en hombres que, viéndolo meridiano en el texto bíblico, ayudan con su voz poniéndola a quienes no la tienen o, aun teniéndola, por ser femenina, es más claramente ignorada.

El Señor, al margen de cómo lo haga todo el ser humano, no se ha olvidado de nosotras. Él, como nuestro Ayudador (misma palabra, ezer, que se emplea en hebreo para llamarla a ella «ayuda idónea») sigue abrazándonos, rodeándonos, protegiéndonos, acompañándonos en el desierto, y diciéndonos «Estoy aquí, contigo».