¿Quién Es Este Hombre?Muestra

¿Quién es este hombre, que aun a los pecadores perdona?

Jesús es invitado a comer en casa de Simón, un fariseo. Durante la cena, una mujer conocida como “pecadora” entra con un frasco de perfume, se postra a los pies de Jesús, los baña con sus lágrimas, los seca con su cabello y los unge. Simón duda del carácter de Jesús por permitirle acercarse. Jesús responde con una parábola sobre dos deudores y concluye que quien más ama, es quien más ha sido perdonado. Luego le dice a la mujer: Tus pecados te son perdonados.

Solo Dios puede perdonar pecados. Al pronunciar esas palabras, Jesús no sólo libera a esta mujer: se presenta como quien tiene autoridad divina sobre el alma humana. Frente al juicio frío de Simón, Jesús muestra misericordia cálida y transformadora.

Esta historia revela que podemos estar “cerca” de Jesús físicamente (como Simón) y, sin embargo, estar lejos de su corazón. Jesús honra el amor sincero por encima del orgullo religioso. Él no cancela nuestra historia, la redime. Tú también puedes haberte acercado con temor, con vergüenza o con heridas que nadie conoce. Pero Él no retrocede ante tu quebranto —lo recibe como adoración. Jesús limpia lo que parecía imposible de limpiar.

Y cuando su perdón llena tu vida, no puedes seguir igual. Nace en ti un amor profundo, una gratitud que no se mide en palabras, sino en una vida transformada. Aquí el Evangelio estremece: no importa la magnitud del pecado pasado, si hay arrepentimiento y amor genuino, hay perdón y dignidad restaurada. Esta mujer no pronuncia palabra, pero su entrega silenciosa habla de una fe real. La mujer que irrumpió en la casa del fariseo no pidió permiso, no esperó la aprobación de nadie: simplemente llevó su quebranto y lo convirtió en adoración.

Muchos de nosotros venimos a Jesús cargando etiquetas que otros nos pusieron: “fracasado”, “culpable”, “manchado”, “demasiado tarde”. Como Simón el fariseo, hay quienes nos miran desde afuera y se preguntan: “¿Cómo puede Jesús acercarse a alguien así?”. Pero Jesús no se ofende con el arrepentimiento. Él no se aparta de las lágrimas verdaderas. Al contrario, es en esa proximidad —ese llanto sin palabras, esa entrega íntima y quebrada— donde Él pronuncia una de las frases más transformadoras de los evangelios: Tus pecados te son perdonados. Y cuando Jesús lo dice... hecho está.

La mujer no necesitó una plataforma para predicar, ni una vida perfecta para empezar de nuevo. Bastó un frasco roto, un corazón rendido y una fe sincera.

Lo mismo vale para ti hoy:

• Si tu historia tiene sombras... su gracia te cubre.
• Si otros te han definido por tu pasado... Jesús te llama “hija” o “hijo”.
• Si temes acercarte por vergüenza... Él ya te está mirando con ternura.

El perdón no es una etapa momentánea: es una realidad permanente. Vivir desde ese perdón implica:

• Amar sin reservas.
• Adorar sin vergüenza.
• Servir sin orgullo.
• Perdonar a otros, porque tú también fuiste levantado de lo más hondo.

Reflexión

Muchos cargamos con recuerdos que nos hacen sentir indignos, pecados, etc. Pero Jesús no se deja llevar por etiquetas sociales ni pasados manchados. Él mira el corazón contrito. Hoy Él te llama a sus pies. No a juicio, sino a redención. Solo un corazón humillado encuentra el gozo de saberse completamente perdonado.

1. ¿Estás viviendo desde la libertad que Él te dio, o sigues encadenado a tu culpa? ¿Estás amando mucho… porque te ha perdonado mucho?
2. ¿Cómo respondes al perdón que Dios te ha dado?
3. ¿Crees que tu pasado es más grande que su gracia?

Oración

Señor, yo también he fallado y necesito tu perdón. Gracias porque no me juzgas por lo que fui, sino que me recibes con amor eterno. Enséñame a amar mucho, porque tú me has perdonado mucho. Amén.