Día 3 - Segundo Decreto: ¡Eres sano!

Miremos hoy, a la luz de la Palabra, lo que nos dice Isaías 53:4: “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido” (RVR1960).

Hoy en día abundan las enfermedades; nuestro cuerpo, mente y alma son susceptibles a contraer males que desgastan nuestras energías y hacen que nos sintamos sin fuerzas para avanzar, decaídos y desanimados por las circunstancias.

No hay duda de que para nuestro Dios y Padre no existe nada que sea imposible (Lucas 1:37); Él nos hizo a su imagen y semejanza, nos dio aliento de vida y ha derramado de su Santo Espíritu en nuestro ser para que guíe, transforme y liberte nuestro ser de todo lo que el enemigo desea llenarnos para impedir que avancemos a paso firme y lleguemos al Reino Eterno que se nos ha prometido (Romanos 8:11).

Lastimosamente las personas damos más crédito a lo que nos dicen otros que a lo que Dios dice en su Palabra. Si nos dicen que estamos a punto de morir, nuestra mente se sugestiona; si nos dicen que estamos bien, sentimos alivio. Esto muestra el poder de la fe. No desacreditamos la ciencia, pero sabemos que hay cosas imposibles para ella que solo Dios puede hacer, como resucitar a los muertos (Juan 11:43-44).

No te desanimes, sigue adelante y permite que Dios opere en tu ser de manera integral, que tu espíritu, tu alma y tu cuerpo sean restituidos a lo que Dios desea para ti (1 Tesalonicenses 5:23).

Padre Bueno, te damos las gracias porque en la Cruz llevaste nuestras enfermedades por medio de tu Hijo, gracias porque por sus llagas hemos sido nosotros curados; hoy te pedimos que nos ayudes a tener paz y creer más en tu decreto que en lo que otras personas puedan decir. Sabemos que hay cosas imposibles para el hombre, que sólo son posibles para ti; por eso te pedimos que traigas sanidad en la vida de aquellos que se sienten abatidos, turbados o enfermos; sana a los que están en los hospitales, a los que sufren de diversas aflicciones y dales sanidad; así como hiciste con Cristo Jesús, hazlo de nuevo con cada uno de nosotros. Declaramos que hemos sido sanos por las llagas del Cordero y que no hay enfermedad más grande que tú, amén.